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"Las hijas de Yemayá", de Inmaculada García Haro (2) (2014)


"El mejor mar, el total, el poético, es el mar invisible." (JRJ).

"No creo que el poeta... deba nunca acomodar su poesía a las circunstancias, ahora, por ejemplo, a las de la guerra. No, no creo ni he creído ni creeré nunca en la poesía ni en el poeta de ocasión." (JRJ).

No deseo entretenerme mucho con la biografía de Inmaculada García Haro porque puede leerse en la contraportada del libro que hoy presentamos, o buscar, más amplitud sobre su persona y su obra, si se desea, en esa herramienta que por desgracia determina tanto nuestras vidas como es la Red: Internet.
Diré lo suscinto para encadenar mi visión, mi parecer, sobre su poemario "Las Hijas de Yemayá".
Andaluza, de Málaga. Licenciada en Filosofía y Letras en la especialidad de Historia del Arte. Pintora, narradora, música, ensayista y poeta. Gestora cultural en diversas instituciones; comisaria de exposiciones plásticas; incansable luchadora por la igualdad de géneros; comprometida con el arte en sentido genérico: con la belleza, con lo estético; de una inquietud que apabulla; impulsiva en la defensa de los derechos inalienables de las personas; conversadora; abierta siempre al diálogo sin imposiciones, a la razón discutida y discutible; negociadora si hay argumentos que justifiquen ese posicionamiento; resistente como la roca ante manifestaciones excluyentes por razón de género como se dijo... de nacionalidad, de creencias políticas, religiosas o filosóficas: en definitiva, mujer. Mujer de su tiempo y de todos los tiempos. No satisfecha en el sufrir y sí concienciada en el andar. En el transitar la vereda del espacio de tiempo que le ha tocado vivir con un símbolo por bandera: la dignidad. La dignidad que conlleva el ser persona, el ser ser humano. Y no hay redundancia en lo que digo.
Ha publicado los poemarios "Verbo ungido", "Guardián de riquezas" y "Mástil de araucaria".
En narrativa hay que destacar su libro "Historias de Babilú".
Como ensayista tiene múltiples publicaciones, de las que resaltaría por su concreción y claridad: "El viaje recuperativo del rastro oscuro de la Eva Moderna".
Ha obtenido diversos premios literarios y distinciones que hacen pensar en un dinámico y placentero devenir, que le deseamos, al menos sus lectores.
Yemayá en algunas culturas representa la génesis de la vida. Es origen, núcleo, templo sacro, cuna... que a su vez es fuente: útero en definitiva: esencia.
Yemayá es el lugar en donde reside la maternidad y la fertilidad encuentra asidero: explicación.
El amor, es goce sin duda, pero, también, sufrimiento, enlace, unión, comunión, responsabilidad; un darse, un comprometerse a, un estar de una forma, un comunicarse con el otro, una expectativa, una espera, un desasosiego, una calma, una Necesidad...
De ahí que a Yemayá, fuente, útero imprescindible para el existir, la asocien con el batir de las olas, con ese ir y venir que tanto nos fascina, incansable, eterna, ajena al paso inconmensurable del tiempo. Húmeda feminidad. Oasis. Ulises homérico siempre retornando y yéndose. Día y noche. Lunasol. El todo helénico hecho unidad. Completud. Sacro verbo lírico que substancia en ella, en Yemayá, los elementos conformadores de la Vida: Naturaleza.
Llanto y risa es por tanto Yemayá; la Madre, la Pachamama; un llover y un escampar; un inquieto mudamiento; un estar siempre por encima de las fugacidades, de lo que es efímero, de las particiones intrascendentes que las personas hacemos para entender el mundo: ese dividir el tiempo en años, semanas, días, horas, minutos... No, no, Yemayá está por encima de todo eso. Yemayá es lo mudable permanente. Lo que tiene autenticidad. El río de Heráclito. La expansión inconcebible del firmamento, del Universo.

Inmaculada García Haro, irredenta defensora de los valores femeninos en un mundo diseñado por hombres y hecho a medida de los hombres, utiliza el símbolo de la madre y, sin expresas manifestaciones, reivindica el matriarcado como forma de entender el mundo. De ahí el simbolismo existente en este poemario, que yo sustentaría en los cuatro vértices siguientes: Amor, Agua, Deseo y Tiempo, que a su vez conforman el Todo que lleva al entendimiento.
El mundo no existiría sin reciprocidad. El estatismo nada explica. El mundo es dinámico, un hacedor de personas y de cosas, incluso de Ideas con mayúscula: El conocimiento nace del Amor, no de la guerra. Y nadie representa al Amor mejor que la Madre. La sapiencia proviene por tanto de la Madre.
El conocimiento es mutable, cambiante, porque lo quieran o no, los pensamientos se modifican a cada instante; y los pensamientos que conforman nuestra conciencia también existen, conceptualmente hablando, tal que las personas y las cosas, aunque sean fugaces, como la vida, como la existencia. Dice Inmaculada García Haro:

Han parido los sarmientos
salpicaduras de risa.
Baco reparte ambrosía.
¿Por qué el mundo es oscuro
si nace de lunares verdes?
Escanciemos el mosto
en doradas copas
hagamos de la fugacidad
nuestra victoria.

Este poema, sólo este poema, con lorquianos tintes sin duda, es una explicación filosófica del mundo:
-los sarmientos paren (aquí está la Madre, en el parir, en esa dolorosa alegría (valga el oxímoron) que genera Vida, hecha de lírico Amor.
-Está el Agua simbolizada en el vino: "salpicaduras de risa". Orvallo, chirimiri, llovizna... : agua.
-Pero también está el Deseo hecho Necesidad, astucia, querencia, intención, procreación, mantenimiento de la especie, fluir: "Baco reparte ambrosía", dice el tercer verso: ese alimento de los dioses, verdad, pero tras ese reparto se esconde el Deseo en sus múltiples acepciones.
-Y está el Tiempo en los dos versos que rematan el poema: "hagamos de la fugacidad / nuestra victoria."
"Las hijas de Yemayá" es un libro que no necesita justificación alguna ni explicación convincente que lleve a su lectura. Simplemente es, es libro; es poesía; es esencia.
El libro se complementa con un exquisito y explicativo prólogo de José Luis Pérez Fuillerat, que termina diciendo que Inmaculada García Haro "ha resucitado con estos versos a un mito sureño, ancestral y doméstico".
Además de una colección de magníficas ilustraciones de Carlos Esteve Secall, y una de la propia poeta, que hacen del texto una delicia visual, plástica, que acompañará al lector en figuraciones omniscientes mientras percibe el olor y el sabor de sus versos.
Toda una epopeya la de Isabel por tanto, al hacer Universal, colectiva, de todos, la figura de Yemayá, y convertir la palabra poética en Cosmos. Lo que debe ser.
Y por terminar con JRJ, en este año del centenario de la publicación de Platero, diré con palabras del poeta moguereño: "Cada forma poética supone su contenido, como ocurre con los vasos".
Este libro, "La esencia de Yemayá", tiene esencia de mujer. Mujer libre, consciente del papel que ha de adoptar ante las intransigencias conservadores que prostituyen su imagen integral, y que pretenden mantener enclaustrada la "palabraviento", la "palabrarío", la "palabraesencia".

Paco Huelva
Abril de 2014
Inmaculada Garcia Haro
Inmaculada Garcia Haro dice:
23/05/2014 18:58

Gracias Paco. Tu presentación en Madrid fue magistral. Besotes.