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Relato por desarrollar (2017)

Foto: definicionabc.com
Venía cabizbajo por la calle. Daba patadas a un vaso de plástico oriundo de un botellón realizado por algunos chavales la madrugada anterior; una noche que, de seguro, habría sido dedicada a mercar algún porro, beber cubatas de saldo y meter mano a quien se dejara, hasta la llegada del amanecer que los obligase a recluirse en el interior de esos cubículos ajenos que son las viviendas de sus padres, y dormir la resaca para volver a principiar cuando el ocaso se hiciera presente.
La figura se acercó siguiendo con la vista los aconteceres del plástico rodante que iba golpeando, y, hasta que no la tuvo bien cerca, no vislumbró en ella al hombre prudente que era D. Antonio; calificativo éste -el de prudente-, del que se había hecho merecedor con el paso del tiempo. Cuando llegó a su altura, le dijo: ¡Pensativo le veo hoy, D. Antonio!
Miró de nuevo al accidentado recipiente y, con saña desmedida, lo aplastó en medio de la calle como si fuera una cucaracha que ha salido correteando entre nuestros pies por el baldosado de la cocina.
¡Es que estoy hasta los cojones, D. Francisco!, dijo, mientras se sentaba en una silla cercana y dejaba vagar la mirada por algún lugar de su cerebro, de esos que no se visualizan, pero, no se sabe por qué razones, atormentan la vida de quienes los padecen.
¡Mire, D. Francisco, esta situación que vivimos me tiene agobiado! ¿Qué situación?, preguntó. ¿Cómo que qué situación, hombre de dios?, dijo con cara de sorpresa. ¡Pues qué situación va a ser! ¡La de los descarados robos de algunos políticos españoles, coño! -dijo, mientras se alisaba el tupé, que se le había descompuesto con los gestos-.
Esta entrada, o cualquiera otra por el estilo, podría ser el introito para un relato de la España actual y que debiera tener indignada a la ciudadanía.
Si seguimos el relato un poco más, Don Antonio podría decir: ¿Pero, para qué narices sirven la fiscalía y la judicatura después de lo que vemos un día sí y otro también que ocurre en el PP, en la familia Pujol o...? ¿Para qué? ¿Para que los que tienen poder sigan amasando dinero y los que poco o nada tienen vivan en la miseria?, ¿para eso sirve, D. Francisco?
Yo no sabría contestar a esas preguntas si fuera el personaje que se infiere del texto. Me dedicaría a mirar su airada cara y, en silencio, asentiría a lo que D. Antonio tuviera a bien decir. Solo eso. De ahí que deje abierto este relato para que usted lo finalice como le parezca.