Veo (2) (2017)
A mi alrededor se están acumulando los muertos en una gigantesca pila funeraria. De un tiempo a esta parte tengo la maléfica impresión, con tal de que mire las noticias internacionales de la prensa digital o en el formato clásico, de que estoy rodeado por cadáveres. Algunos están aún vivos pero se van a morir pronto, lo sé.
Veo los cuerpos destrozados de las personas que fenecen en todos los atentados, en todas las guerras, en todas las hambrunas... Las que son noticias por su cercanía en el tiempo y las olvidadas por la prensa porque ya no interesan a público alguno -enredado como está en tragarse los programas basura de las miles de televisiones existentes y que reciben a través de gigantescas antenas parabólicas o por cable el pan y el circo que alimenta sus atrofiadas mentes-, que son muchas.
Veo y escucho la agonía de los que no tienen salvación alguna y, aunque siguen vivos, yo sé que están muertos porque están encuadrados en las miras de las armas -de un tipo o de otro-, que, en breve, escupirán la expiración en forma de metralla o de pura indigencia. Tanto monta.
Veo a multitud de seres almacenados en balsas de plástico, pateras artesanales, cayucos variopintos o barcos descuajaringados de pura chatarra, que los llevará directamente a las puertas del Infierno de Dante donde Cerbero les espera con sus tres cabezas adornadas de infinitas serpientes maliciosas.
Veo por la calle -andando ensimismados, arrastrando un carro de la compra cargado de bolsas cuyo contenido ignoro o sentados en cualquier esquina junto a cuatro enseres que son lo único que poseen en la vida-, los ojos sin brillo de los que están llamados al cadalso donde encontrarán la guillotina del eterno silencio, más pronto que tarde, porque han sido abandonados por todos y especialmente por el Estado, ese Estado que debiera cuidarlos y se olvidó de ellos porque dejaron de ser productivos para el sistema.
Veo la mueca de dolor y los labios agrietados, donde jamás volverá a pintarse una sonrisa, de los que se mueren sin alimento alguno que los redima del eterno tránsito al que fueron condenados por la avaricia de los poderosos.
Veo. Y veo...
Aunque muchos digan que yo también estoy muerto -que puede que sea cierto y no lo pongo en duda, hasta ahí podíamos llegar- todavía veo.
Por ahora y hasta que la locura llegue en forma de bálsamo, o la muerte me sorprenda con una de sus múltiples caras y me arrastre al fondo del abismo, desgraciadamente veo.