Ética y armamento (2017)
La industria armamentística es un negocio como otro cualquiera, con la única diferencia que sólo sirve no para persuadir como dicen sino para amedrentar, y en su caso, matar a ciudadanos de zonas, de lugares que geoestratégicamente se han convertido en apetecibles -en rentables, vamos- para aquellos que con mano de hierro imponen su poderío en el mundo machacando a los más débiles.
Si el mercado no ha cambiado, porque es sabido que esto de la oferta y la demanda se modifican a diario a criterio de unos pocos -la necesidad se crea o se impone si hace falta, que es lo mismo-, el decálogo negro y rojo sangre, en función de las ventas realizadas, de los países exportadores de armas en el mundo es el siguiente y por este orden: EEUU, Rusia, Alemania, China, Francia, Reino Unido, España, Italia, Ucrania e Israel.
Llegado a este punto del artículo lo primero que se me viene a la mente es lo siguiente: ¿Qué hacen la mayoría de estos países desarrollando "misiones de apaciguamiento" en países en conflicto cuando a ellos lo que de verdad les interesa es vender armamento? Desde un punto de vista ético el asunto es al menos indigno.
Los periódicos españoles de tirada nacional amanecieron el miércoles pasado con una noticia en portada, con un breve, muy breve comentario en interior, anunciando que las Fuerzas de Seguridad del Estado habían desmantelado en el mes de enero en nuestro país, depósitos de armas ubicados en Bizkaia, Girona y Cantabria, con más de 10.000 armas (fusiles, ametralladoras antiaéreas, obuses, granadas, pistolas, revólveres... además de material para falsificar la documentación de las mismas). También han localizado en Guecho un taller para la manipulación y reactivación de este armamento. Algún rotativo incluso titulaba la noticia de la siguiente forma: "El mercado negro del crimen se abastece en España".
Segunda constatación: No solo vendemos armamento de forma legal, adecuándonos a los estatutos que legitiman tales acciones, sino que, también, reciclamos las antiguas, para que alguien las venda a grupos terroristas y a la delincuencia organizada. De miedo. El asunto es tan oscuro como un thriller en blanco y negro dirigido por Martin Scorsese, Quentin Tarantino o Clint Eastwood.
Pero dejemos los negocios, sean legales o ilegales. En qué lugar, en qué oscuro pasadizo se ha perdido la ética, esa disciplina que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humanos.