ETA declara un alto el fuego permanente
La noticia, que acaba de saltar en los momentos que escribo, a los informativos y a las portadas de los periódicos en la red, no debe dejar indiferente a nadie. Sólo de pensar que puede ocurrir en España que se llegue a un entendimiento en esta materia, es de tal calado y de tal importancia, que desde este momento, y pasada la primera impresión, debieran dárseles sin condiciones alguna, el total refrendo al Gobierno del Estado para que instrumentalice cuantas medidas sean necesarias para llevar a cabo una paz definitiva. Esto supondría que aquellos que han hecho del terrorismo una bandera, desde que salieron del Gobierno, esto es el PP, debieran callarse un ratito, sentarse en la mesa con Rodríguez Zapatero, y con un compromiso firme de Estado, apoyar todas las iniciativas que vayan en ese sentido.
Respecto a las familias de los fallecidos y a todas aquellas personas que han sufrido con la lacra terrorista que ha asolado a España, sé que es mucho pedir, pero en beneficio de las generaciones futuras, de la consolidación definitiva de la paz, habría que rogarles, que explicarles, que pedirles encarecidamente que, aunque nadie les devolverá a sus seres queridos, sería bueno para todos y todas, encontrar un camino de esperanza para el futuro.
El camino, a pesar de este anuncio no será nada fácil. Al contrario. Se pondrán infinidad de piedras en el itinerario para que esto no ocurra, para que no haya paz.
Pero es una luz en el horizonte, una utopía que puede hacerse realidad. No quiero que nadie me tache de ingenuo. No lo soy. Sé que habrá muchos problemas, pero hoy, ante este comunicado me siento feliz. Esta es, quizá, la noticia más importante que ha generado la política española desde que comenzó la democracia. Los problemas de la inmigración, la estructuración organizativa de los territorios que conforman España y el terrorismo, conforman el talón de Aquiles de los problemas esenciales y vitales de nuestra política actual. El éxito o fracaso en estas materias, determinará muy seriamente el modelo de país en que vivamos, nuestro desarrollo económico y social y nuestra implantación a medio plazo en Europa y en el mundo.
Algunos, los de siempre, en estos próximos días y a partir de ahora, se tirarán de los cabellos, dirán que es una rendición de la democracia, que a cambio se estará vendiendo el Estado a los vascos, que la memoria de los inocentes no habrá valido para nada. Pero no, esto no es así. Nadie debe olvidar a los heridos y fallecidos. Nada se debe hacer que no quepa en nuestro Estado de Derecho y en la Constitución (aunque ¡ojo!, esta tampoco es El Catón que nos imponían en la dictadura y que era la verdad absoluta; las Constituciones de todos los países y de todas las épocas, contienen en sí, las formas para cambiar sus contenidos), pero sí, hacer todo, todo lo que sea necesario para traer la paz a España.
A pesar de las dificultades, repito, y de las noticias de los charlatanes y agoreros que surgirán, ésta es una gran noticia para todos los pueblos que componen España.
Considero que, en este día, deberíamos estar todos de enhorabuena, aunque, eso si, sin poner la otra mejilla, pues bastante sonrojada tenemos,a estas alturas, la cara, y no tanto por las bofetadas del terrorismo, más bien por la verguenza de ser incapaces de dialogar, durante tantos años, sin las pistolas sobre la mesa y los casquillos para- bellum aún calientes esparcidos por el suelo. De tanto hablar de victimas, héroes, mártires, chapelas, capuchas, impuestos revolucionarios, diálogos de toda estirpe, nacionalísmos, españolísmos, amonal y días de luto, las palabras, me parece a veces, se convierten en vacíos oscuros como tumbas, las de 900 caídos y convertidos en carne de gusano. Es penoso que los símbolos sirvan para derramar sangre y los muertos para reclamar deudas, así nos ha ido durante tantos años.