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Las miserias y el poder

¿Sería posible generar unas relaciones internacionales sin la existencia de un imperio que marque la pauta a seguir, utilizando exclusivamente el consenso en vez de la fuerza de las armas? Vivimos en un mundo mezquino y peligroso y, las más de las veces, se tiene la sensación -en lo que los sociólogos llaman el útero social- de estar sentado en una bomba de relojería. El catedrático de filosofía Peter Sloterdijk, autor de libros como "Crítica de la razón cínica" -que Fernado Savater califica como "una de las obras más provechosas escritas en Alemania en los últimos diez años"- o, "En el mismo barco", dice, que ya Platón establecía en el libro III del "Político" la tesis -fantásticamente cínica- de que la mentira noble es el soporte del Estado y que un genio de la res pública tendría en ella la oportunidad de hacer caer a los miembros de la comunidad en un dulce y ventajoso engaño que todos compartirían. El Estado sería, de esta suerte, el útero, la madre metafórica, que reuniría a los ciudadanos bajo el vínculo social del seno imaginario de una comunidad que comparte -falsamente- ideas, símbolos, tradiciones, un lenguaje -o varios-, y que son la bandera de su diferencia ante los demás pueblos. Los estadistas serían entonces, como afirma Sloterdijk, cualificados cirujanos de los pueblos; o sea, individuos en la cúspide del poder, con la facultad de utilizar a las personas como medios para conseguir un fin. De ello resulta, que hay grupos -sociedades, naciones- que crecen por el esfuerzo y otros que se estancan por centenares de años en el sufrimiento; lo que para unos pocos es un estímulo que les sirve de acicate, para los más, es una obstrucción para su desarrollo: un obstáculo.
Decía Montesquieu -que como todo el mundo sabe, propuso la división del poder en ejecutivo, legislativo y judicial-`poniéndolo en boca de uno de los personajes de "Cartas persas", que, "...el rey -era el sistema de gobierno imperante de su época, concretamente la Casa de Borbón- es un gran mágico, que manda hasta en la inteligencia de sus vasallos, haciéndolos pensar como quiere". "Hay otro mágico mayor que él -continúa-, que es el Papa: unas veces te hace creer que tres son uno; otras, que el pan que comes no es pan, ni el vino que bebes vino, y otras mil lindezas de este jaez".
La ciudadanía, que soporta las inclemencias del mal o buen hacer político por el mero hecho de haber nacido en un territorio -el que marca los límites de cada Estado- se encuentra siempre a merced de una corriente incesante -generada por luchas intestinas protagonizadas simple y llanamente para hacerse con el poder- en la que poco o casi nada puede hacer. Es cierto que las democracias han acercado los niveles de decisión a la ciudadanía y que se han conseguido grandes avances sociales en algunos países. Pero, mientras que en algunas naciones se vive con un grado de bienestar aceptable, en otras, la miseria, la desesperación, el hambre, el analfabetismo... son las constantes que marcan su deambular en un mundo insolidario y ruin. Las nuevas tecnologías permiten ahora ver al instante lo que ocurre en cualquier lugar del mundo y la mentira -¿de Estado?- es más difícil de sostener. Por esta y otras razones, aquellos que padecen el abandono de los países ricos -que, no lo olvidemos: lo son porque robaron las riquezas de otros espacios ajenos- vendrán por millones a pedir lo que les pertenece y, además, las plusvalías que solicitan no les son ajenas.
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Victoria
Victoria dice:
10/10/2006 16:08

Extraordinario artículo Paco; porque condensas en pocas líneas el verdadero problema que acecha nuestra sociedad. Todo ello es el fruto del sistema capitalista y de la falsa democracia, que como bien argumentas está solapado por ese dulce y ventajoso engaño del que, como no, todos somos cómplices. Erróneamente, desde nuestro acomodamiento personal, pensamos que vivimos mejor que antes, y la pregunta que me hago al hilo de esta historia es…a costa de qué...
Pocos somos los que asistimos y denunciamos el declive de esta sociedad que ya lleva tiempo revelándose contra sí misma como es propio de su naturaleza. Los problemas de nuestros días son el fruto de no prevenir en el pasado las consecuencias que se generarían en el futuro. No me vengan con cuentos los que ahora destacan como problema de este nuevo siglo los atentados terroristas, la inmigración descontrolada, los problemas de interculturalidad, la pacificación de los estados, el cambio climático,…
La incapacidad de los Estados también está en que sólo aportan soluciones locales a problemas globales en vez de buscar soluciones y actuaciones supranacionales, y yo me pregunto al hilo de esta historia…y eso porqué…

Enhorabuena Paco.

PacoHuelvaCala
PacoHuelvaCala dice:
10/10/2006 20:32

Gracias Victoria.

UN SALUDO
PACO HUELVA