La ceguera de Dios (2017)
Nada de lo que posee es suyo. Todo cuanto tiene está al servicio de los demás. Es un hombre de fe: un creyente. Una persona que siguiendo los dictados de su corazón, la palabra de Dios y su sentido común, administra lo que obtiene en beneficio de los más desfavorecidos, de los desheredados, de los hambrientos, de todos aquellos que, errados en el camino de la vida, Dios le puso ante sí para que les aliviara el tránsito.
Hoy, aunque sigue haciendo lo mismo de siempre, cree que Dios se ha quedado ciego, y sordo, y amnésico...o, en su caso, Dios ha sido secuestrado. No puede ser de otra manera. Lo de dar de comer al hambriento, y de beber al sediento, y repartir las riquezas, y perdonar al prójimo, y evitar las guerras de religión, y predicar con el ejemplo..., y todo eso, ha sido olvidado por los que manejan los destinos de la Iglesia.
No puede entender que los pastores e imanes, los obispos y cardenales... vivan en palacios rodeados de lujo mientras millones de personas en el mundo duermen a la intemperie sin un techo donde guarecerse. No comprende cómo la jerarquía eclesial -la de todas las Iglesias- come en restaurantes de lujo, compra acciones bursátiles, dispone de Bancos que administran su dinero, de empresas propias dedicadas a las más variopintas tareas, mientras millones de personas fenecen de hambre y de desdicha.
Cada vez entiende menos a los dirigentes eclesiales. ¡Dios está secuestrado!, repite, ¡el demonio anda suelto!, continúa, ¡Lucifer está a punto de engañar al mismo Dios!
Las curias eclesiales de todo el planeta se han puesto de acuerdo y están dispuestas a vender sus servicios siempre que los compradores les permitan seguir viviendo de los demás, que les garanticen el poder y la influencia para mantener el nivel de vida que hasta ahora ostentan. Y es de vergí¼enza, se dice; pero, es así, concluye cabizbajo.
A veces se pregunta si esas personas creen en Dios. ¿Puede un Imán, un Obispo o un Cardenal... creer en Dios? Él ha llegado a la conclusión de que no, de que Lucifer viste sotana cardenalicia. ¡Lucifer anda suelto!, reitera. ¡Y lleva sotana de cardenal!, continúa, mientras ayuda a los inmigrantes, habla con las prostitutas, con los desheredados, con los que pasan hambre o con los drogodependientes. Él sigue pidiendo dinero a unos y a otros y suplicando a todos una ayuda para los que nada tienen.
Este hombre tiene todos mis respetos, el que no les profeso a sus dirigentes.