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Incursión dialéctiva a la Navidad (2015)


Los pueblos y ciudades se han llenado de luces multicolores y de belenes en cuya estructura y realización asoman, implícitas, la inocencia de muchos pero, sobre todo, la voluntad de un mundo mejor y más solidario para todos.
Papá Noel está a punto de llegar y les seguirán a corta distancia los Reyes Magos cargados de ilusionantes oropeles y sonrisas beatíficas. En muchos corazones repiqueteará un retumbo que sin saber muy bien por qué, nos anclará a una niñez perdida y archivada en algún rincón de la memoria que nos queda, para, con una candidez aparecida de no se sabe qué rubores místicos, generarnos una sensación de bienestar plagiada año tras año por estas fechas.
Es tal nuestra ceguera y tan poco aprehensible que podría comparase a las secuelas que nos deja el Amor cuando llega: un estado cercano a la sumisión absoluta. Y así es para muchos sin duda, pero no para todos. No. Y ese es el drama. El gran drama de la humanidad en todos los tiempos.
Algunos consumiremos de forma desaforada para engordar el bolsillo de los usureros y buscanegocios mientras en el mundo, en éste, en el único que tenemos, los desahuciados continuarán pasando hambre, y frío, y privaciones de todo tipo; los indigentes seguirán durmiendo en la intemperie acuchillados por el calor o el frío; los muertos en las guerras de acá y acullá sumarán dolor al dolor existente que alimenta el miedo y engorda las cuentas corrientes de funerarios sistemas y organizaciones; los estadistas harán malabarismos para mantener su cuota de influencia y poder; los políticos estudiarán estrategias que condensarán en programas para las venideras elecciones: opio y más opio al pueblo... Inventando atracciones más sugerentes, espejismos más solventes: "¡Yo puedo hacer la fantasía más seductora, más atrayente, cubrir mejor tus ilusiones!"
Mientras tanto, como los espectadores siempre renovados de "La caverna" de Platón, nosotros nos dejaremos arrastrar por el juego que alucina y confunde las pocas neuronas que utilizamos y seguiremos participando en la recreación con imperecedero delirio.
Un escritor, un editor, un amigo al que profeso una admiración sin esquinas, me ha pedido que escriba sobre la Navidad para la revista que dirige: "Ánfora Nova", un vestigio de constancia y buen hacer literario, y, por mucho que deseo endulzar lo que transcribo sólo me sale lo que lee. Esto.
Soy un hombre, una persona con infinidad de contrastes (como todas, pienso). Las dicotomías e infinidad de posibilidades que aportan cualquier panorámica me hacen ver, sentir la vida, desde diferentes perspectivas.
Uno se amolda a un espacio, a un lenguaje, a un modo de vivir y, de repente, puede volverse intransigente, o ciego, o, lo que es peor, en un cainita dispuesto a levantar el hacha en cuanto le toquen su ego.
Les propongo un juego para impulsar este monólogo. Pose sus ojos con las entendederas libres de ataduras sobre un periódico cualquiera, el del día de hoy mismo, y comprobará cómo esos abanicos ideológicos-económicos que son los rotativos todos, olvidados de la estética, de la belleza interior que hay en cada ser humano, fomentan no la solidaridad sino el desencuentro, la diferencia no como Valor, sino como motivo de lucha. Todo es un Negocio, y en estas fechas que debieran ser bandera reivindicativa de igualdad y equidad, más lacerante parece tal conocimiento.
¿Navidad? ¿Espíritu de solidaridad, de concordia, de paz...? ¿Qué Navidad?
El asunto no barrunta risa porque es demasiado serio y con estas cosas no debe jugarse aunque muchos lo hagan: para ellos es solo un lugar, un tiempo en donde encontrar áureos metales nuevos.
Juegan con la miseria de los que malviven a la intemperie; se ríen de la hambruna patológica de aquellos que nada tienen para llevarse a la boca; del dolor de los familiares de los que huyen cruzando el Mediterráneo -ese líquido cementerio en donde flotan maderas o plásticos de pateras o cayucos que alguna vez albergaron ojos tristes y adoloridos buscando el maná, el arca perdida de la salvación- atosigados porque la Nada no se come y aún no han perdido la ilusión de hacerlo aunque fenezcan en el intento.
No puedo dejar de ver, ahora, y juro que lo veo y siempre lo veré porque se me enquistó en ese lugar en donde las cosas no pueden escaparse hasta que la memoria se apaga... la risa inocente, la mirada absorbente, límpida, de los miles de niños que son obligados a prostituirse; la fanática intransigencia de los fundamentalistas religiosos sean de la baraja que fueren; la indecencia de los políticos que llegan a tan noble y necesaria tarea sólo para enriquecerse; los que silencian los delitos por motivos crematísticos o grupales, que tanto monta; en fin... No.
Con estas cuestiones no debe jugarse. Esto no es Navidad, es solo un ejercicio anual de complacencia global orquestado por los mercaderes, esos que para algunos fueron expulsados del templo y sin embargo jamás se fueron; siguen dentro, como gusanos... cambalacheando vidas para mantener sus tenderetes financieros mientras juegan con nuestros sentimientos.
No olvidemos que los detentadores del poder juegan con la mansedumbre de los pueblos que no son capaces, por imposibilidades materiales o culturales, de revolverse contra la tiranía, contra el imperium que fagocita vidas y alimenta enfrentamientos.
Pan y circo: ese recurso negro.
La osadía cobarde de los poderosos, la que les da su status social y financiero, permite pisotear a los débiles, robarles su comida, su patrimonio: en definitiva arrancarles el derecho a una vida digna.
Solo les importa hacer caja, amontonar dinero siempre a costa del mismo segmento social.
¿Navidad? ¿Qué Navidad? ¿Navidad por un día... por un solo día?
Recuerdo una viñeta de Máximo de hace unos años por estas fechas. Ilustraba a un joven, a un sempiterno joven que decía: "Me llamo Jesús y nazco todos los años por estos días de Navidad."
Qué triste, ¿verdad? Un día de sueño, de fantasía, y un año de ansiedad, de estrechez, de odio, de miseria, de muerte en vida para muchos... para demasiados.
Mucho me gustaría no haber perdido la mirada del niño que -aunque sigue habitando en mí en otras muchas cuestiones, en estas no, jamás ya en éstas- observaba epatado el mundo como un paisaje de infinitas posibilidades, de regocijos compartidos, de amistad, de amor, de concordia, de solidaridad, de fraternidad, de aventura, de juego, de crecimiento, de aprendizaje, de elevación... pero, contra todo pronóstico sensato, aún tengo la esperanza abnegada de Sísifo. Y aquí estoy. Luchando.
A pesar de lo dicho, cuando llegue el día, amarrado al proceso de aculturación que modula nuestras vidas, fiel a la tradición de la familia en que habito, me tomaré un anisado de Rute y algún alfajor o mantecado de Estepa.
Pero, sepan que la sonrisa, aparentemente franca, se asienta en una mueca de dolor. El dolor de todos aquellos que pasan privaciones.
Paco Huelva
11 de Agosto de 2015