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Fanatismo (2) (2016)


El fanatismo es una pandemia que ha recorrido el mundo desde que la humanidad tiene conciencia de su existencia. Es más viejo que cualquier ideología, religión o sistema de gobierno -como dice Amos Oz- y tiene más que ver con la esencia del ser que con su extrapolación colectiva.
El fanático está siempre en posesión de la verdad y no está dispuesto a llegar a convenio alguno con el otro. De ahí su intención -siempre- de obligar a los demás a cambiar.
Si tenemos en cuenta que el mundo, que la vida si lo desean, es dinámica, los principios rectores de la convivencia entre los seres humanos o se adaptan a los cambios o perecen; o sea, no son útiles aunque sigan estando reglamentariamente vigentes; de ahí la necesidad de que adecuemos el cuerpo legislativo a los siempre por delante intereses sociales. La obligatoriedad -precisaría- no de claudicar ni de cambiar de opinión así porque así, no, sino de que, si fuera posible, la política vaya por delante de la necesidad y no por detrás.
Y el no reconocimiento de este paradigma es grave, porque los que asumen el poder, una vez instalados en el mismo y controlados los resortes legislativo, ejecutivo, judicial e incluso mediático, suelen ser conservadores en su proceder y no son susceptibles a modificación alguna.
El mundo ha de ser entendido como un colectivo amplio de administrados que han de seguir las directrices de un grupo mínimo de administradores. No hay otra. Siempre fue así y lo seguirá siendo. Lo demás son pendejadas.
El fanático busca la rendición no el acuerdo. Y esa, que no es poca, es la diferencia entre una dictadura y una democracia. Fanáticos los hay en política, en religión, en educación, en ecologismo..., en definitiva, en cualquier actividad humana.
Los dirigentes siempre han hecho uso de los fanáticos en todos los tiempos y en todos los lugares, no por azar, sino porque su comportamiento es como una pasta dúctil que permite condicionarlos al gusto y a la necesidad de cada momento.
Miren, la palabra no es de nadie y es de todos, tal que la belleza, el arte, el patrimonio, la vida y hasta la muerte si me apuran.
El onubense Adrián González da Costa en su poemario Blanco en lo blanco (Premio Internacional de Poesía Gerardo Diego 2015) dice: "Negra tierra echarán sobre tus ojos,/ tierra que ha de enterrar tu sepultura/ bajo una noche negra de cerrojos." Bien, ahí es donde vamos a llegar todos. A ese olvido. ¿Por qué y para qué, entonces, tanta sangre?