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Extraño huésped, de Agustín Roble Santos



Convencido estoy que al ortónimo de Agustín Roble Santos le han crecido los apuros -aún cuando todavía no se hayan manifestado- desde la publicación de esta novela, que posee a mi entender, una sostenida forma de narrar y de mantener expectante al lector.

Esta curiosa "ópera prima", que sin embargo ha nacido macerada, acabada, bien estructurada... posiblemente aupada a esos niveles por alguna extraña santería o por el influjo de alguna cábala esotérica de las que pululan a puñados en esos caribeños espacios, ha sido escrita por una persona que no es la que aparece en los créditos, y, además, tiene como narrador a un muerto.

Sí, el narrador se muere al comienzo de la obra, pero, no obstante, sigue impulsando la acción de la misma durante más de un siglo (hablamos del tiempo histórico de la novela, claro), con "interferencias" en momentos esenciales en el desarrollo de la trama, y permitiendo por tanto que el realismo mágico se instale en la misma casi desde los primeros capítulos aunque el lector aún no lo sepa.

En Extraño huésped (Editorial Alhulia) Cuba se agranda hasta abarcar los sentimientos todos de los seres humanos, que padecen o disfrutan en un espacio exento de libertad desde hace décadas, y, en donde crecen, a escondidas del régimen y durante el tiempo que les es dado vivir, infinidad de preguntas sin respuestas, de promesas incumplidas, de miedos que no pueden expresarse porque la palabra también está prisionera y es propiedad del "amo". Como en el medievo, como en la época de los "descubridores" (que tiene guasa la denominación), como en la época de los dictadores, de derecha o de izquierda, tanto monta -por enlazar con los angelitos de Isabel y Fernando.

Y la población de Cuba soñando, fantaseando, esperando un mañana mejor, siempre esperando... engañada por unos y por otros, por los políticos, por las religiones, por las santerías, por las ideologías, y, sin embargo, a pesar de todo, del hambre, del dolor, de la falta de expectativas, de la pena... el pueblo, el pueblo cubano no pierde su fuerza, su fraternidad, su fina ironía, su humor, su diferenciada y genuina forma de entender el mundo y la dura vida que quienes han estado llamados a gobernarlo llevan dándole para mayor loor y gloria tanto de Batista, como de ese que generó tanta esperanza para convertirse al final, junto con sus gobiernos, incluido el de su hermano Raúl, en el carcelero de una isla en la que está prohibido casi todo, incluido expresarse en libertad.

Es Cuba y sus circunstancias la que está dibujada en Extraño huésped. La Cuba que transita desde finales del siglo XIX hasta casi nuestros días.

Esta novela de Agustín Roble Santos nunca se publicará en Cuba, no en la actual Cuba.

Tuve la oportunidad de conocer a Reinaldo Arenas un año antes de su fallecimiento. Sé que a él le hubiera gustado leer Extraño huésped, lo sé porque, desde aquel encuentro en que me fue presentado por el pintor Jorge Camacho, otro cubano exiliado como tantos, me leí de cabo a rabo todas sus obras y este libro lo que pide en esencia es lo que él buscaba desde que se marchó de la isla: libertad, libertad para el pueblo cubano. La que no tiene.

Extraño huésped por tanto es una novela que a mi entender merece ser leída, en la que nunca se pierde el hilo conductor de la trama, cargada quizá, para mi gusto, de un pequeño exceso de erotismo, pero, sabido es, que el sexo en Cuba parece estar hasta en la sopa, y esto no solo no merma sus virtudes sino que acrecienta su atractivo.

Paco Huelva

Noviembre de 2013

http://www.iberarte.com/index.php/artes-plasticas/literatura/7319-extrano-huesped-de-agustin-roble-santos