Éxodo (2016)
Y llegan, y llegan a las playas, derrotados pero enteros de ánimo, esperando encontrar un mundo nuevo.
Y llegan, y llegan persiguiendo un sueño, la quimera que soñaron en un lugar impronunciable, lejos, muy lejos, de esta tierra que, sin embargo, los tratará como a perros.
Y llegan, y llegan a los países del norte o del sur, no importa, perseguidos por los "negreros", esos que hicieron del hombre, del ser humano, un objeto de cambio, un objeto.
Y llegan, y llegan mientras hay quienes entretienen el tiempo, en mullidos sofás hablando de cupos, de lotes... de ganado que ha de ser alimentado con equilibrio financiero.
Y llegan, y llegan con una sonrisa, que de repente se convierte en hielo, hierática mueca, lorquiana máscara que sabe a espanto, a llanto, a dolor, a miedo. A miedo que no dejaron atrás... que, sin saberlo, portaron en sus pequeñas mochilas de inmigrantes, de huidos, de sin tierra, de sin nada, de sin fuero.
Y llegan, y seguirán llegando pese a todo esfuerzo de Occidente porque, ahora, y en otro tiempo, le robamos todo, todo lo que tenía y tiene valor en un mercado dominado por usureros.
Y llegan, y llegan porque vienen buscando lo que les pertenece; Occidente esquilmó sus tierras, fomentó el odio, se adueñó de sus tesoros, de sus minas, de su cultura... y desbarató una estructura por el mero afán recaudatorio. Que nadie piense que esto acabará, que tendrá un fin inmediato. Esto que ocurre -cuya culpa estriba en la mala praxis política, en la ambición de unos pocos consentida por liberales gobiernos- solo está principiando.
El éxodo, querido lector, es una consecuencia de la búsqueda del derecho a la vida; algo inalienable, innegociable... por más que nuestros gobiernos quieran vendérnoslo de otro modo.
Paco Huelva
24 de enero de 2016