El Parnaso (2016)
A comienzos del XVII hubo un tipo de Alcalá de Henares que vino a definirse como prosigue: "Yo, que siempre trabajo y me desvelo/ por parecer que tengo de poeta/ la gracia que no quiso darme el cielo..."
Este iluminado, por engrandecerse a sí y a las letras, emprendió un imaginario viaje siguiendo los pasos de otro rapsoda, de natural italiano y de nombre Cesare Caporali, quien, con anterioridad, tal gesta culminara en un libreto denominado Viaggio di Parnaso.
Le echó tanto rostro al asunto el bardo castellano que llamóle como su antecesor: Viaje del Parnaso. Este iterado viaje que en 1614 se hiciera, o mejor dicho se editara, lo realizó un tal Cervantes, y fue tal su bonhomía que haciéndose acompañar de una recua de poetas buenos, se lanzó a la mar en alegórico barco hecho de rimadas letras y, junto con los descritos, soñaron con aniquilar en singular batalla -en la que en vez de piedras, lanzas o balas, se arrojaron libros de poemas-, a los ambiciosos poetastros que sin valor en sus grafías, tenían la merced de los próceres para escribir versos y componendas varias.
Cervantes vino a fijar con palabras el fragor de cualquier batalla, sólo por obtener el don de quienes -en celestiales lugares- la gloria les confirmara; de todos aquellos que, en definitiva, para lo que prosigue se trata, con su palabra o con su voto el laurel en su testa colocara. A día de hoy Apolo se llama pueblo soberano y es quien entrega el poder, lo quita, o en lecturas posteriores para otros lo reclama.
Los desiguales barcos que entrarán en sin par batalla llevan su carga de vates, que políticos ahora se llaman, cargando con sus versos a todo cuanto divisaran, y con rimadas soluciones se ofrecen a gestionar cualquier duda, cualquiera trama: todo lo que nos aflige o incluso nos desgarra. Sería de agradecer, en esta escaramuza cercana, que para bien de la ciudadanía fuera corta la cruzada.
Ya está bien de mitos, de historias viejas y trucadas, démosles el plácet a quienes aporten soluciones, a quienes no coarten la libertad, den trabajo y permitan obtener el pan que cada cual necesitara.
La ofensiva está servida y cada barco lleva escrito, en letras como soflamas, sus ideales soluciones para todo cuanto nos pasa, en cosas que ahora llaman, no sé por qué narices, programas. Encomiéndese cada cual por tanto, sin más historias ni más trabas, a aquello que le dé la gana, para la mayor honra y beneficio de su conciencia y cómo no, de su casa.