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El palacio de la luna, de Paul Auster (2014)



Quería vivir peligrosamente, ir lo más lejos posible y luego ver qué me sucedía cuando estuviera allí.
(P. Auster)

A Paul Auster le saca de quicio, al parecer, que se diga sobre sus textos que en ellos la eventualidad tiene una participación excesiva. Pero, eso es así le guste o no al escritor de Nueva Jersey.
No obstante el Paul Auster lector, el que fuera un temprano escritor de poesía, narrativa y ensayo, el guionista de películas inolvidables, el traductor de autores franceses -principalmente-, el articulista en periódicos de renombre, el marino, el dramaturgo, el consumado escritor de culto que es hoy, merecedor de tal circunstancia sin duda, siempre contesta malhumorado a esta circunstancia, más o menos de la siguiente forma: que la casualidad, el albur... tiene mucho que ver con el tránsito que haremos en el devenir, por tanto, por qué darle tanta importancia a la utilización del azar como herramienta de ficción, como motor de empuje en la trama literaria, si en la vida es evidente que los hechos fortuitos formarán parte de la realidad que está por llegar.
El periodista y escritor Antonio Lozano escribió un artículo en La Vanguardia, en febrero de 2012, con el titular "Mapa de lectura de Paul Auster" que resulta ser un decálogo muy esclarecedor, por lo certero, sobre la figura y la obra del que fuera galardonado con el Premio Príncipe de Asturias en 2006, entre otras muchas distinciones literarias y académicas.
Antonio Lozano destaca en el decálogo citado como herramientas que han configurado la obra literaria de Auster las siguientes, entre otras: la música del azar, los misterios de la identidad, las relaciones de parentesco entre los personajes de sus obras y su biografía, su tendencia a escribir en primera persona o el haber hecho de Brooklyn un condado literario.
El marco geográfico en el que se estampan sus obras es Norteamérica, de forma que, cuando uno las lee, los acontecimientos que ocurren en ese territorio, o tienen que ver con él, van apareciendo en una suerte de crónica en la que el narrador se posiciona a favor o en contra de los sucesos que relata. Más bien, fija el paso del tiempo en cada acción con hechos relevantes que dejan huella en la historia de ese país o en la historia universal.
"El palacio de la luna", una excelente novela distribuida por ANAGRAMA, es un ejemplo de lo citado anteriormente. Tiene una gran dosis biográfica, no sólo en el personaje principal sino en los pocos secundarios que maneja; el azar resulta a veces objeto de incredulidad por parte del lector, pero, sin embargo, pese a él y sobre él, Paul Auster derrocha una maestría narrativa que hace que se olvide tal circunstancia hasta convertirla en minucia y, si nos dejamos llevar por el portentoso torrente de la palabra fluyente, llegamos a la conclusión de que la ficción, incluso lo metaliterario, es lo que importa y lo demás pelillos a la mar.
En "El Palacio de la luna" resalta también el hecho de que algunos de los capítulos podrían funcionar a la perfección como novelas cortas e independientes de la principal, o como relatos dentro del gran relato que leemos.
Una delicia discursiva, sin duda.
Paco Huelva
Agosto de 2014