El otro (2005)
He entrado en un lugar que parece mi despacho y puede que en algún momento lo fuera. La sala me resulta algo desconocida. El sillón donde me siento no está regulado a mi altura. El cenicero está al otro lado de la mesa. La documentación que tengo que analizar o responder me resulta ajena, pero tampoco le doy más importancia. Llamo a mi secretaria por el interfono y nadie responde. Empiezo a sospechar que el despacho que ocupo puede no ser el mío. Abro la correspondencia que me entrega una ordenanza y su contenido me resulta insólito. No sé lo que debo hacer con ella. ¿Me habrán cambiado los jefes la tarea que desempeñaba hasta ahora?
Me levanto para sacar un café en la máquina que he visto al entrar, en el pasillo. En el cristal de la misma veo una figura que no concuerda con la mía. Me muevo -con cierto nerviosismo- y la figura lo hace al compás inverso devolviéndome la tendencia de un organismo que no es el mío, que no es mi cuerpo.
Dejo el café en la repisa de la máquina y entro en unos aseos cercanos. Con asombro veo en el espejo a alguien que desconozco. Me agarro al lavabo para no desmayarme mientras sigo mirando al otro, al que está detrás del espejo. ¡He amanecido en el cuerpo de otro! La duda me asalta porque no sé si soy yo o el otro. Tampoco sé lo que me interesa más en estos momentos y si debo llamarme como me llamo o de otra manera que desconozco. Decido conservar la calma y hacer como si no supiera nada. Creo que es lo más aconsejable. Me dedicaré a ejecutar lo que me ordenen. Si lo hago así, a lo mejor nadie lo nota. Pero, ¿quién soy ahora? No importa. Seré lo que deba ser.
Me levanto para sacar un café en la máquina que he visto al entrar, en el pasillo. En el cristal de la misma veo una figura que no concuerda con la mía. Me muevo -con cierto nerviosismo- y la figura lo hace al compás inverso devolviéndome la tendencia de un organismo que no es el mío, que no es mi cuerpo.
Dejo el café en la repisa de la máquina y entro en unos aseos cercanos. Con asombro veo en el espejo a alguien que desconozco. Me agarro al lavabo para no desmayarme mientras sigo mirando al otro, al que está detrás del espejo. ¡He amanecido en el cuerpo de otro! La duda me asalta porque no sé si soy yo o el otro. Tampoco sé lo que me interesa más en estos momentos y si debo llamarme como me llamo o de otra manera que desconozco. Decido conservar la calma y hacer como si no supiera nada. Creo que es lo más aconsejable. Me dedicaré a ejecutar lo que me ordenen. Si lo hago así, a lo mejor nadie lo nota. Pero, ¿quién soy ahora? No importa. Seré lo que deba ser.