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Crimen de honor

Cuando Gianpietro Lombardi me puso un correo electrónico no me acordaba de él. Dada la proliferación de virus en la red estuve a punto de tirarlo a la papelera sin abrirlo. Pero el nombre me sonaba de algo y decidí conocer su contenido.
El mensaje decía: Sr. Paco Huelva, espero que su mujer y su hija estén bien. Me decido a ponerle estas notas para que las haga públicas en su país. Espero que me recuerde. Hace casi un año comimos en un restaurante de Madrid donde usted estaba con su familia en la mesa de al lado. Esa noche usted se ofreció a sacarnos unas fotos para el recuerdo a mi compañera Hina Saleem y a mí. Luego le envié algunas fotografías que nos hicimos todos juntos ¿se acuerda?, a la dirección de correo de su tarjeta personal. Hoy han encontrado a mi adorada Hina degollada y enterrada en el jardín de la casa de sus padres. Mientras le escribo, veo a Hina sonriente en la foto que le hice junto a ustedes. Una Hina exultante y maravillosa con el brazo sobre el hombro de su hija, y usted y su señora a ambos lados. Mi soledad e incomprensión ante lo ocurrido es tal que me he decidido a escribirle y entrar de esta forma tan poco educada en sus vidas; espero que me perdonen, pero necesito escribir lo que me pasa; escribirlo muchas veces; contárselo a todo el mundo; convertir en un cuento, en un relato, lo que es una realidad para mi desgracia y, sobre todo, para Hina, que con 21 años perdió la vida por la intransigencia que las religiones y las tradiciones inoculan en las mentes de las personas.

Conocí a Hina justo antes de ese viaje en que nos encontramos. Trabajaba entonces en una pizzería de Brescia y yo solía ir allí a comer alguna vez. Con el tiempo empezamos a tener una relación más estrecha y empezamos a intimar. Producto de esa relación organizamos el viaje de un fin de semana a Madrid donde le conocimos; Hina dijo a sus padres que se quedaría en casa de una amiga. En ese viaje que ahora evoco con tremendo dolor, nos hicimos multitud de fotografías en las que usted y su familia forman parte de nuestros momentos felices. Aunque le parezca mentira, Hina y yo hablamos muchas veces de ustedes. En el futuro nos hubiera gustado tener una hija y poder viajar de la forma en que lo hacen ustedes con cierta asiduidad, según nos contaron.
Para que entienda -si es que puede- lo que me ocurre, le contaré antes unos preámbulos. Hina, mi adorada y amada Hina había nacido en Pakistán hace 21 años -tal como les dijimos- aunque se había criado desde pequeña en Italia. Sus padres desde hacía años querían imponerle una boda que ella no deseaba. Ellos habían concertado su matrimonio con un primo de Hina que vivía en su país, en Gujrat, y que ella no conocía excepto por una foto que le enviaron. A pesar de las advertencias que su familia le había hecho en contra, al enterarse que mantenía relación con un italiano, Hina no sólo continuó saliendo conmigo sino que hace un mes decidimos irnos a vivir juntos a un apartamento. No soy un hombre apocado, creo que no debí darle esa impresión cuando me conoció, pero la verdad es que Hina y yo estábamos muy asustados con lo que su familia pudiera hacer, dado que, antes de mudarse a "nuestra" casa -desde donde ahora le escribo en la soledad y desesperación más absolutas en que un hombre pueda encontrarse- el padre la amenazó con matarla. Mohamed Saleem le dijo que si infringía la tradición islámica y se iba a convivir conmigo no casándose con la persona elegida por la familia para ella, es como si estuviese muerta. A pesar del terror que yo veía en los ojos y el comportamiento de Hina, pensaba que por muy duros que fueran los padres no podrían negarse a una relación que como usted sabe y le contamos, estaba sustentada en el amor y en la comprensión. En aquella ocasión ella le dijo a su padre -cosa que yo le reproché, porque no había necesidad de tensar más la cuestión, la verdad- que "ella, y sólo ella, decidiría sobre su vida". Y así lo hizo. Y así lo pagó. Hoy está en el tanatorio con la cabeza medio separada del tronco.
El jueves pasado, creyendo que su madre -a la que echaba mucho de menos- estaría sola en casa, decidió, sin decirme nada, pasar a verla para consolarla. Lo sé porque me dejó una nota en la cama, en nuestra cama: "Voy a ver a mi madre, necesito hablar con ella. Volveré pronto. Te quiero. Haz tú la comida. Hina".
De ese viaje a la casa de sus padres no regresó.
Lo que Hina no sabía y que yo sé ahora por los hechos acaecidos, es que su padre había enviado a su madre y al resto de la familia a Pakistán, dispuesto a cumplir con su palabra de quitarle la vida. No sé cómo ocurrieron los hechos porque la policía está aún investigando. Lo cierto es que, al ver que no regresaba y ante los peores augurios me decidí a llamar a la comisaría, después de meditarlo mucho, y contarle la situación.
La policía no encontró rastros de nadie en la vivienda. Estaba vacía. Ante mi insistencia, el sábado, casi dos días después de su desaparición y con una orden judicial en la mano entraron en la casa. En ella no había rastros de Hina. Sí se notaba, al parecer, que habían abandonado la misma de forma precipitada lo que aún levantó más sospechas. En el jardín de la casa localizaron una zona de tierra removida recientemente. Allí, en ese lugar, donde Hina cimentó un futuro para su vida, donde pasó tantas horas aprendiendo italiano y luchando contra las adversidades que suponía la integración de una persona en un país extranjero..., allí, estaba enterrada Hina, degollada por la tradición y posiblemente, el caso está aún por determinar, asesinada por su familia. Y le pregunto, Sr. Huelva ¿qué es la tradición? ¿Qué es eso que me ha arrancado lo único que quería y que ha cortado de raíz la vida de una persona maravillosa con la que, a pesar de las dificultades, deseaba fervientemente pasar la vida? ¡Dígamelo, Sr. Huelva! ¡Dígamelo! Usted la conoció. Era un ser maravilloso. Sus ojos negros llenos de luz, el abismo de su cuerpo inundado de vida, sus labios de azucarada fresa, su piel de canela, sus atentas manos... ¿Qué haré ahora, Sr. Huelva? ¿Qué debo hacer?
Quizá me marche de Brescia, pero... ¿hacia dónde iré? ¿Se puede caminar acaso con esta carga que llevo en el pensamiento?
Han detenido a un tío de Hina y a su padre. También creo que buscan a otra persona. La verdad es que esto nada me reconforta. Nada puede aliviar mi desconsuelo.
Perdóneme esta intromisión, Sr. Huelva, perdóneme; pero al ver la fotografía de su familia con Hina, en el álbum que hicimos de aquel viaje, he sentido una necesidad imperiosa de contarle lo ocurrido. Sé que usted lo entenderá y su familia también.
Si no quiere, no tiene por qué responderme. El hecho de escribirle estas líneas me ha servido de consuelo. Sólo le pido que haga llegar esta injusticia basada en el fanatismo y en tradiciones bárbaras a todos los lugares que pueda.
Un saludo afectuoso para usted y toda su familia.

GIANPIETRO LOMBARDI

NOTA:
A la memoria de Hina Saleem, joven pakistaní de 21 años asesinada en Brescia (Italia) el jueves 10 de agosto de 2006. Fue condenada a muerte por convivir con su novio italiano y no querer casarse con la persona elegida por su familia.
archivado en:
rafa leon
rafa leon dice:
16/08/2006 01:45

Terrible, realmente terrible, aberrante, bestial. Lo he leído hoy en un diario, de ese modo frío y morboso con que en la mayoría de los diarios transmiten estas "noticias". Pero leer el texto de Gianpietro me ha clavado una sensación pavorosa de desesperanza e impotencia en la médula. Cuando respondas a Giampietro, Paco, no dejes de transmitirle mis condolencias, así como un mensaje de ánimo (si difícil es dar un mensaje de ánimo en circunstancias tan dolorosas, mucho más debe serlo aceptarlo y tratar de ponerlo en práctica) a Gianpietro.

Un abrazo
Rafa

Ps. No es un crimen de honor, es un asesinato deshonroso y sanguinario. El honor nunca puede estar relacionado con el odio y el crimen. Honorable hubiese sido "bendecir" un amor tan grande, tan valiente y verdadero.

jaime lizama
jaime lizama dice:
05/12/2008 17:27

Estos crimenes en Paquistan y otros paíes siemrpe me han horrorizado, pero hoy me enteré del caso por la condena al padre publicada en la prensa. Un gran desconsuelo, me encantaría poder transmitirle mi pesar y apoyo (ya 2 años después) a Gian Pietro.un abrazo desde Chile.