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Contrapunto

No creo que puedan existir hipócritas conscientes. No puede sostenerse un papel falso constantemente, excepto en casos muy excepcionales. Esto es lo que afirma Aldous Huxley, el afamado autor de Un mundo feliz en una novela de poco éxito pero que quizá sea su obra maestra, y que se denomina Contrapunto. Contrapunto, tal cómo se expone en la contraportada de la edición realizada por Edhasa en 2002, es un apasionado y lúcido examen de la condición humana en el mundo contemporáneo; una exposición de ideas, emociones, deseos, y esperanzas; un cuadro fiel de una sociedad que se desintegra en contradicciones irresolubles. Pero en esta novela llena de musicalidad, lo que resaltan por encima de todo son dos cualidades humanas: la hipocresía y la desesperanza.
Podríamos definir al mundo como un enorme escenario donde cada cual representa la obra de su vida. Si lo dicho fuere cierto, ¿quiénes serían los directores de tan magno espectáculo? ¿Quiénes escribirían los guiones? ¿Quiénes serían los encargados de asignar los papeles a cada cual? Porque, en cuanto al escenario y la coreografía está claro que nos viene impuesto por la madre Natura y por el lugar donde nacemos o nos desarrollamos, pero, ¿quiénes deciden el papel que hemos de representar y cuándo debemos dejarlo? ¿Cuánto depende de nuestra capacidad, formación y esfuerzo y cuánto de los designios de la diosa Fortuna o de nuestra adscripción a un grupo de poder determinado? ¿Qué papel juega la hipocresía en ese reparto?
La desesperanza aparece justo cuando el telón cae y nos vemos así mismos como somos y no como nos hemos representado; pero pudiera ser que Huxley estuviera equivocado y el que esto escribe también, pudiera.