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Con Torreparedones en el pensamiento (2014)


Mañana clara al salir de Baena. Oleosa dulce, limpia de nubes y algo fresca. Calima al fondo al iniciar el camino que a tu historia nos acerca; inaccesible horizonte de dudas manifiestas; aún no desveladas, escondida bajo el corazón de la tierra: perdida memoria del hombre que habitó en estos lares y que con esfuerzo y tesón poco a poco se hace visible en sorprendente hallazgo de enseres, de estatuas, de útiles cincelados... que reconstruyen lugares otrora habitados y que nos traen leyendas que dejan de serlo para concretarse en nombres, en símbolos, en talladas piedras; augurando, afirmando más bien, un mundo oculto... que eso es un pueblo, una ciudad, un asentamiento humano: concreción de culturas, pueblos, espacios y tiempos en una sola tierra, en esta que ahora poso los ojos extasiado más por lo que oculta que por lo que muestra.
Torreparedones. Ciudad abierta al sol de la campiña cordobesa. Arqueológica mina de saberes, de pareceres, de aconteceres. Llagado esqueleto de tierra y piedra que cegó el descuido del hombre. Ponderada ahora, milimetrada, estudiada, serena y calma en su desnuda belleza.
¡Cuántas preguntas sin repuestas!
Rodeada de olivos entre Baena y Castro del Río, Torreparedones ¿qué papel jugaste en la suerte de los moradores de este entorno durante tantos siglos? ¡Cuántos sueños encerrados en el sueño que ahora despierta!
¿Qué remotas civilizaciones hicieron de su vida tu vida? ¿Quiénes hollaron tus suelos con pasos lentos o rápidos persiguiendo ansias, desvelos, preocupaciones...?
Espacio de paz, de consuelos, de risas, de llantos, de quebrantos, de amores, de guerras, de pasiones y de desalientos, ahora oreados por el negro viento de la noche, viento de olvido, el más cruel de los vientos.
¿Cuántos poetas te glosaron en su plaza? ¿Cuántos regidores declararon la guerra o firmaron la paz en presencia de los hombres y mujeres que conformaron las múltiples generaciones que vivieron en la ciudad o el castillo que corona el cerro? ¿Otero de vigía? ¿Llamador de oraciones...? ¡Qué breve es la memoria del hombre! ¡Qué insignificante se me antojan sus desvelos temporales!
¿Cuántas deidades han sido veneradas en tus -al parecer- veintiséis siglos? ¿Cuántas? ¿Qué hay detrás, dentro, qué no hay, qué falta, qué secretos, qué odios, qué nombres, qué vidas por revivir aún bajo las raíces de los olivos nuevos que te sepultan? ¿Qué? ¿Cuántas?
¡Qué ignorancia!
¿Qué se vendía en tus tabernas? ¿Qué se compraba?
Me siento un niño buscando la explicativa luz de tu larga noche sin alba mientras recreo los pasos, extasiado, soñando, haciendo calles, torres, capiteles, habitaciones, salas... allí donde sólo hay el bosquejo de lo que fuiste: piedras sin alma, sin cuerpo, testigos mudos de un pasado río caudaloso que ahora es venero que principia, fuente perdida -espero-, al fin recuperada.
Torreparedones, eslabón perdido, inquieta belleza velada que atrae al caminante de la campiña, que por tus piedras busca la esencia de los ancestros que nos dieron los genes y quizá nuestras almas.
Paco Huelva
Mayo de 2014