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Cincuenta poemas, de José Luis Piquero (2014)


Piquero escribió una vez que él y yo teníamos una empresa de autobombos compartida o algo por el estilo, que, ahora, mientras escribo en este lunes santo en Madrid, no me apetece buscar.
Hace unos días, en Sevilla, y cuando ya iba pasado de rosca, llamé por teléfono, desde La Alameda, a Javier Sánchez Menéndez por el gusto de tomar con él una copa si era posible. Cuando tomo me ocurre eso, que me vuelvo dicharachero, que de mis adentros sale algo que siempre está ahí pero que sólo el alcohol hace visible. Mi payaso en toda su extensión es lo que sale, bien lo sé, el bufón que soy.
El Azar convino que en la calle Amor de Dios, en la librería Birlibirloque, cercana al lugar en que estaba con Vicente Medrano, se fuera a presentar "Cincuenta poemas", Antología personal (1989-2014), editado por La Isla de Siltolá y que, además, la persona con la que me encontraba, por razones que no vienen a cuento, debía asistir a la presentación de dicho libro. ¡Miel sobre hojuelas!
Convine con Javier que iría, ya que me había perdido la presentación del mismo en la Biblioteca Provincial de Huelva.
Como siempre, monté el número, ese que he dicho que no puedo reprimir y que los que me conocen saben que saldrá no sé si con estupor o sarcasmo, incluso puede que con miedo o pavor que no manifiestan, o sí, pero que en esos estados no veo.
Allí estaban Piquero y Eva Vaz y Javier y Rafael Suárez Plácido y otras muchas personas.
Rafael, como siempre, hizo una erudita y sentida presentación del libro de Piquero, tal como sabe concebir, tal como los conocimientos que atesora hacen posible esa dicción siempre cargada de argumentos líricos. Un maestro, Rafael.
Y cuando leía Piquero yo sentía el peso de mi ignorancia en la epidermis, tal como las cucarachas deben encajar el golpe que las mata. Enano mental, me siento, en esos pocos momentos mágicos que la vida me concede. Es cierto.
José Luis vive, le pese a quienes les pese, en una dimensión ajena a nosotros. Y yo, a su lado, siempre me he sentido pequeño, asombrado por su capacidad creadora, anonadado. Muerto en vida, exactamente.
Pero no pude reprimir ese día, el hacer una vez más algo de teatro, y, antes de que Piquero finalizara, le pedí leer un poema, adornado con mi pajarita, asperjado por los efluvios etílicos; pero no sólo leí, sino que además, le pedí permiso a Piquero para improvisar. ¡Qué osadía, la mía, cuando estoy en ese fuera de mí que también soy yo! Otra de mis caras, de mis múltiples reversos, de mi poliédrico ser, de mis miles de caras irreductibles en una sola. Mi sino.
Y debo pedir perdón, por la intromisión, por la improvisación, por el ventarrón que me acompaña y quizá no sea bienvenido, a mis amigos. Y lo hago porque por encima de todo los quiero. Sí, lo que digo puede parecerles patético a muchos pero seguro que son de los que no comprenden, de los que nada entienden.
Amo a las personas, a las para muchos... conflictivas personas que hay en Piquero, en Eva, en Rafael, en Javier y en algunos otros pocos; esas multiplicidades que hay en cada uno de ellos. Esas milimetradas dosis de inteligencia que hacen, que en un instante dado, se icen como dioses paganos ante la negra verborrea del pensamiento único impuesto por los de siempre.
Anoche, en el Teatro Español, Valle y yo fuimos a ver "Beloved sinner" de Denis Rafter, en su versión inglesa (con traducción simultánea). Un Oscar Wilde que cuenta sin pasión pero con certezas su paso por la vida, con un repaso a su obra bastante exhaustivo. Su lucha con la sociedad victoriana que lo encarcela, su Amor por la Belleza, su amor por los hijos que le fueron apartados de su vera. Su maltrato por la sociedad. El cómo le arrancaron todo. Todo, menos el Amor. Menos la comprensión, menos la inteligencia, menos la capacidad de dilucidar mucho más allá de los cánones establecidos.
Y yo, mientras veía y escuchaba a Rafter, sentía la presión del libro de Piquero en el bolsillo izquierdo de mi abrigo, saltando de gozo, escupiendo palabras que eran sentencias, versos que eran columnas de mármol, poemas que eran mundos tal que el mundo que en ese mágico instante veía y oía en el escenario.
José Luis Piquero es una Grande de la poesía española. Quien no lo conozca que lo lea. No voy a perder el tiempo haciendo didáctica. No lo tengo.
"Cincuenta poemas" de José Luis Piquero, que confiesa haber escrito sólo algo más de un centenar, quizá sea, me llamen ustedes lo que me llamen, uno de los mejores poemarios editados en el año 2014 en castellano.
Ea, pues ya saben.
Paco Huelva
Madrid, diciembre de 2014