Cine
Martes, trece de junio. Como todos los martes que puedo, voy al cine club Francisco Elías. Como casi siempre -también- llego con la película comenzada. ¡Maldito estrés! Hoy pasan "Cache", del director Michael Haneke, protagonizada por Daniel Auteuil y Juliette Binoche. La Academia Europea de Cine distinguió esta cinta como mejor película europea y mejor actor. En el festival de Cannes obtuvo el premio al mejor director y el premio de la crítica.
PREENTRADA
Cuando voy a sacar las entradas (a tres euros) para mí y mi acompañante me doy cuenta que me he dejado la cartera en casa; a mi acompañante -que es mi mujer, Valle para los amig@s, dicho sea de paso- no le pregunto porque sé que nunca lleva dinero encima. (Es una cuestión de principios que ya no discuto). Me rasco el bolsillo de las monedillas y tengo en total 1,65â¬
. Pongo cara de afligido, le cuento mi película al tío de la garita que vende las entradas, frente al gran teatro, y en un detalle inesperado me dice que pase, que me deja entrar gratis a ver la peli. Me doy con un canto en los dientes y paso, los créditos están corriendo por la pantalla. Tanteo un lugar y luego de manosear a alguien al que le pongo la mano en la cara y suelta un bufido, me acomodo. ¡Por fin! Sosiego el pulso, dejo los trastos en el sillón de mi derecha, se me cae el libro que llevo en el bolsillo de la chaqueta, lo busco, lo encuentro, se me pierde el separador de páginas, me digo que da igual, que ya veré por dónde voy, pongo el teléfono en vibración, me arremango, enderezo los ojos hacia la pantalla donde una cámara fija toma una panorámica de una calle con una casa al fondo, empiezo a leer los subtítulos, acomodo la vista -tengo gafas- a la distancia en que estoy y, ¡Aleopp!, me olvido de todo.
LA PELÍCULA
Caché, se estrenó en Francia en octubre del pasado año y en España hace unos meses. Los que entienden de cine, o sea, los que se llaman críticos y hacen lo propio con las pelis, dicen que esta película es un thriller que tiene similitudes con el cine que hizo Hitchcock. A mi no me lo pareció en ningún momento, pero claro, yo no soy crítico de cine ni de nada, aunque haya visto todas las películas de Hitchcock. Así que me callo, que es más educado.
Se trata, sin embargo, de un drama psicológico que narra las vicisitudes de un periodista famoso, crítico literario, con programa en hora de máxima audiencia en una cadena francesa donde, escritores consagrados hablan de lo divino y lo humano, especialmente para vender libros. Algo así como lo que hacía Fernando Sánchez Dragó en España, pero bien hecho, en plan francés, que es más mono. (Ya se sabe que para ser escritor famoso, en una época, por no decir en todas las épocas, hay que haber vivido en una buhardilla del barrio de Saint Germain, haber pasado hambre, ser bohemio, deber dos o tres meses de alquiler, vestir de forma estrambótica, llevar siempre un libro bajo el brazo y algunas cosas más, que por no cansar me callo aunque ganas tengo de seguir. (Yo estoy ahorrando para ver si pillo un vuelo charter baratito y me doy un garbeo por el lugar. Cuando regrese del viaje, que ya os avisaré, seré, claro está, un escritor consagrado, podré decir aquello de: cuando estuve en Saint Germain..., en fin, lo demás lo ponéis vosotros).
Total, que el tío, el prota, el periodista, empieza a recibir cintas grabadas de su casa, de su familia, de su madre, de su hijo, etcétera. Un poquito acojonado, claro está, lo denuncia a la poli, pero su vida familiar y ordenada se empieza a ir al carajo. Entra en una depresión de caballo y empieza a tomar pastillas por aquello de dormir bien; la mujer -crítica de arte: en París son todos muy finos e instruidos- se desespera y se enrolla con un amigo común; el hijo de ambos se deja entrever que sea homosexual y que tiene vida propia, ajena al control de los padres; a él lo echan del trabajo...
La repanocha vamos. Yo, listillo que soy, aunque no sea crítico de nada como afirmé, mientras leo los subtítulos no me pierdo puntada de lo que pasa en la pantalla, vamos, casi ni parpadeo.
Al final resulta, como se venía anunciando en la cinta, que el prota, cuando era pequeño, le hizo una putada de órdago al hijo de los sirvientes inmigrantes que tenían sus padres, porque cuando murieron éstos en lamentable accidente, sus padres lo querían adoptar y a él no le salía de los cataplines que esto se hiciera, así que lo acusó de mil cosas, incluso de que escupía sangre, o sea que tenía una hemoptisis de caballo hasta que lo echaron y lo metieron en un orfanato.
También se deja entrever que el prota, cuando era infante, pudo tener alguna relación homosexual con el mismo.
Total que entre una cosa y otra, entre dimes y diretes y cuando el asunto está más interesante, resulta que la película se acaba y aparecen nuevamente los créditos. El tío, en cama, sin que psiquiatra alguno le resuelva el problema; la mujer, posiblemente con su amante y habiéndose quitado de encima una vida sin vida (amorosa, se entiende) que era la que llevaba con el marido. El hijo de ambos no se sabe, porque posiblemente, a pesar de su corta edad, se ha marchado de casa donde tiene unos padres que son unos carcas y no se dedican nada más que a sus cosas y pasan de él cantidad, así que, como prefiere escuchar a Eminen, quedar con sus coleguillas y montárselo como le parezca, pues no se sabe donde se va, pero se va: desaparece.
En resumen, el niño inmigrante al que le hizo la putada destrozándole la vida, al cabo de tropecientos años, le devuelve la goleada del siglo (ahora que estamos de mundiales y eso, ¿estás de cojones, no, Alargaor?) al que se la jugó.
Otrosí digo: La película está muy bien filmada; la historia no es mala; la interpretación de los dos personajes principales (Auteuil y Binoche) resultan excepcionales. Un poco lenta para mi gusto y con un final excesivamente abierto que da pie a múltiples interpretaciones y a pesar de lo bueno que eso tiene, ¡coño!, se han pasado con la abertura.
LA SALIDA
Cuando nos vemos las caras los que estábamos en la sala (17 personas), casi todos tenemos la misma catadura de gilipoyas que nos ha dejado un final que no esperábamos. Es tal el impacto producido por el cierre de la cinta, que lo comentamos. Tod@s por no decir que no nos hemos enterado ni un pimiento de la película, decimos con cara de sabelotodo que la película tiene un final abierto, a gusto de cada cual. A una amiga periodista que me encuentro en el pasillo de salida -no es difícil encontrarse, somos cuatro gatos- le comento: ¿Qué tal? Muy buena -me dice-, con un final abierto a todas las interpretaciones posibles.
Pues eso.
PREENTRADA
Cuando voy a sacar las entradas (a tres euros) para mí y mi acompañante me doy cuenta que me he dejado la cartera en casa; a mi acompañante -que es mi mujer, Valle para los amig@s, dicho sea de paso- no le pregunto porque sé que nunca lleva dinero encima. (Es una cuestión de principios que ya no discuto). Me rasco el bolsillo de las monedillas y tengo en total 1,65â¬
. Pongo cara de afligido, le cuento mi película al tío de la garita que vende las entradas, frente al gran teatro, y en un detalle inesperado me dice que pase, que me deja entrar gratis a ver la peli. Me doy con un canto en los dientes y paso, los créditos están corriendo por la pantalla. Tanteo un lugar y luego de manosear a alguien al que le pongo la mano en la cara y suelta un bufido, me acomodo. ¡Por fin! Sosiego el pulso, dejo los trastos en el sillón de mi derecha, se me cae el libro que llevo en el bolsillo de la chaqueta, lo busco, lo encuentro, se me pierde el separador de páginas, me digo que da igual, que ya veré por dónde voy, pongo el teléfono en vibración, me arremango, enderezo los ojos hacia la pantalla donde una cámara fija toma una panorámica de una calle con una casa al fondo, empiezo a leer los subtítulos, acomodo la vista -tengo gafas- a la distancia en que estoy y, ¡Aleopp!, me olvido de todo.
LA PELÍCULA
Caché, se estrenó en Francia en octubre del pasado año y en España hace unos meses. Los que entienden de cine, o sea, los que se llaman críticos y hacen lo propio con las pelis, dicen que esta película es un thriller que tiene similitudes con el cine que hizo Hitchcock. A mi no me lo pareció en ningún momento, pero claro, yo no soy crítico de cine ni de nada, aunque haya visto todas las películas de Hitchcock. Así que me callo, que es más educado.
Se trata, sin embargo, de un drama psicológico que narra las vicisitudes de un periodista famoso, crítico literario, con programa en hora de máxima audiencia en una cadena francesa donde, escritores consagrados hablan de lo divino y lo humano, especialmente para vender libros. Algo así como lo que hacía Fernando Sánchez Dragó en España, pero bien hecho, en plan francés, que es más mono. (Ya se sabe que para ser escritor famoso, en una época, por no decir en todas las épocas, hay que haber vivido en una buhardilla del barrio de Saint Germain, haber pasado hambre, ser bohemio, deber dos o tres meses de alquiler, vestir de forma estrambótica, llevar siempre un libro bajo el brazo y algunas cosas más, que por no cansar me callo aunque ganas tengo de seguir. (Yo estoy ahorrando para ver si pillo un vuelo charter baratito y me doy un garbeo por el lugar. Cuando regrese del viaje, que ya os avisaré, seré, claro está, un escritor consagrado, podré decir aquello de: cuando estuve en Saint Germain..., en fin, lo demás lo ponéis vosotros).
Total, que el tío, el prota, el periodista, empieza a recibir cintas grabadas de su casa, de su familia, de su madre, de su hijo, etcétera. Un poquito acojonado, claro está, lo denuncia a la poli, pero su vida familiar y ordenada se empieza a ir al carajo. Entra en una depresión de caballo y empieza a tomar pastillas por aquello de dormir bien; la mujer -crítica de arte: en París son todos muy finos e instruidos- se desespera y se enrolla con un amigo común; el hijo de ambos se deja entrever que sea homosexual y que tiene vida propia, ajena al control de los padres; a él lo echan del trabajo...
La repanocha vamos. Yo, listillo que soy, aunque no sea crítico de nada como afirmé, mientras leo los subtítulos no me pierdo puntada de lo que pasa en la pantalla, vamos, casi ni parpadeo.
Al final resulta, como se venía anunciando en la cinta, que el prota, cuando era pequeño, le hizo una putada de órdago al hijo de los sirvientes inmigrantes que tenían sus padres, porque cuando murieron éstos en lamentable accidente, sus padres lo querían adoptar y a él no le salía de los cataplines que esto se hiciera, así que lo acusó de mil cosas, incluso de que escupía sangre, o sea que tenía una hemoptisis de caballo hasta que lo echaron y lo metieron en un orfanato.
También se deja entrever que el prota, cuando era infante, pudo tener alguna relación homosexual con el mismo.
Total que entre una cosa y otra, entre dimes y diretes y cuando el asunto está más interesante, resulta que la película se acaba y aparecen nuevamente los créditos. El tío, en cama, sin que psiquiatra alguno le resuelva el problema; la mujer, posiblemente con su amante y habiéndose quitado de encima una vida sin vida (amorosa, se entiende) que era la que llevaba con el marido. El hijo de ambos no se sabe, porque posiblemente, a pesar de su corta edad, se ha marchado de casa donde tiene unos padres que son unos carcas y no se dedican nada más que a sus cosas y pasan de él cantidad, así que, como prefiere escuchar a Eminen, quedar con sus coleguillas y montárselo como le parezca, pues no se sabe donde se va, pero se va: desaparece.
En resumen, el niño inmigrante al que le hizo la putada destrozándole la vida, al cabo de tropecientos años, le devuelve la goleada del siglo (ahora que estamos de mundiales y eso, ¿estás de cojones, no, Alargaor?) al que se la jugó.
Otrosí digo: La película está muy bien filmada; la historia no es mala; la interpretación de los dos personajes principales (Auteuil y Binoche) resultan excepcionales. Un poco lenta para mi gusto y con un final excesivamente abierto que da pie a múltiples interpretaciones y a pesar de lo bueno que eso tiene, ¡coño!, se han pasado con la abertura.
LA SALIDA
Cuando nos vemos las caras los que estábamos en la sala (17 personas), casi todos tenemos la misma catadura de gilipoyas que nos ha dejado un final que no esperábamos. Es tal el impacto producido por el cierre de la cinta, que lo comentamos. Tod@s por no decir que no nos hemos enterado ni un pimiento de la película, decimos con cara de sabelotodo que la película tiene un final abierto, a gusto de cada cual. A una amiga periodista que me encuentro en el pasillo de salida -no es difícil encontrarse, somos cuatro gatos- le comento: ¿Qué tal? Muy buena -me dice-, con un final abierto a todas las interpretaciones posibles.
Pues eso.
Es decir, que no sólo va poca gente al cine, sino que además un porcentaje elevadísimo (casi el 12%!!) va de cuello. Así no salvamos la industria cultural...
enga, ques broma...