Usted está aquí: Inicio / Paco Huelva / Blog / Bichos I (2014)

Bichos I (2014)


La esquila del cordero: Tolón, tolón. Las borregas balan pidiendo sus raciones de pienso y de agua mientras entretienen el tiempo ramoneando hierba. Un cárabo a la derecha, en la lejanía, y otro a la izquierda, más cercano, se hablan: ora lo hace uno, ora otro. ¿Serán poemas de amor lo que se cantan? Ladridos aquí y allá: desafinada orquesta sin director posible. Los ruiseñores se enseñorean en las espinadas zarzas y elevan sobre el murmullo sus firmes y bien entrenados gorjeos -mientras picotean maduras y brillantes moras- tratando de encumbrar en el aire un primer violín que de sentido al ritmo caótico de esta deflagración de eufonías. El caballo, majestuoso alazán del viento, arrastra los belfos cortando con las teclas de su piano de blancos y largos dientes los incipientes brotes de hierba fresca y verde; cuando lo miro, agacha un poco el cuarto trasero, iza el rabo, se escarrancha, y alivia su vejiga con un chorro humeante y vaporoso que agujerea el reseco suelo. Los cerdos gruñen mientras hociquean la levantada tierra en busca de raíces y gusanos. Los gatos, por el tejado, andan alzando tejas a la búsqueda de gorriatos de corta edad y leve vuelo con quienes preparar la cena. Los grillos y las chicharras se enzarzan en rumorosas y alocadas charlas que ni ellos mismos entienden. Las salamanquesas se instalan en las recién encendidas luces del exterior de la casa para tapear polillas, mosquitos y variedades diversas de incautos insectos que acuden a la luz cegados por la ignorancia; las salamandras, permanecen inmóviles de cuerpo, rotando solo los visores de sus saltones ojos y, cuando los tienen a tiro, disparan su elástico cuerpo enlodando a las presas en su pegajosa saliva, hasta que, de varios movimientos rápidos las engullen y... ¡a continuar la caza!
Nubes grises de azuladas ramas provenientes del Atlántico se elevan sobre el "Cabezo del Cojo" mientras caminan, serenas y confiadas en su fuerza, al lugar adecuado donde descargar los húmedos senos rebosantes de fértiles aguas con las que darán de mamar a la enflaquecida y sedienta tierra que clama su orfandad estival esperando la otoñada. El púrpura se agota en el horizonte y, lenta pero precisa, aparece la manta negra de la noche sin luna y alejadas estrellas. Una leve brisa, fina y enjuta como mujer atormentada, mece las hojas de olivos, de alcornoques y parras, de castaños e higueras, de madroñales y encinas..., de todo lo que levemente cuelga y pende en esta mi tarde enamorada, de este lugar, de esta sierra, de estas gentes y de estos bichos, en que paseo la mirada.
Paco Huelva
Septiembre de 2014