Mestiza, por Pedro Gabo
Días de medallas y nombres de calles. De santo y palmitos. El refuerzo de la identidad local es importante, sin duda, pero hay un abuso consciente del localismo que nos está envolviendo en una atmósfera asfixiante. La Huelva castiza.
El onubensismo (como su nombre indica), no mira el mundo del siglo XXI. No se está trabajando en nuestra aportación local a este mundo global.
Y es curioso, porque en nuestra ciudad hablar de inmigración hace bastante tiempo que es algo más que sinónimo de pobreza y pateras. También lo es de convivencia. Y es momento de empezar a planteárnoslo seriamente. La realidad humana que se está generando en nuestros barrios, no puede obviarse, o ningunearse. Son muchas las personas de otros países de origen que están asentadas de un modo estable en nuestra ciudad. Y en nuestras vidas. En los restaurantes chinos, los mercadillos, los bazares, los colegios, los centros de salud...
Hay que empezar a pensar en ellas no como inmigrantes, como algo ajeno, sino como ciudadanas y ciudadanos de Huelva.
Estamos ante la obligación de conocer y respetar sus valores, costumbres y creencias. Dándoles la oportunidad de que tengan donde expresarse y mostrarnos quiénes son; evitando los guetos, siendo acogedores y hospitalarios.
Con su presencia, nos brindan la posibilidad de abrirnos al mundo, de superar este provincianismo recurrente y cansino. El mestizaje ya se está dando y a la vuelta de pocos años los matrimonios mixtos progresivamente van a pasar de ser un excepción a ser algo normal. Cuando era niño era imposible pensar que hubiera un niño chino o negro en mi clase. Mis hijos empiezan a convivir con ellos y a partir de ahí se hace posible que puedan formar parte de mi familia. Con lo cual mi nieto podrá ser mezcla de negro, chino, sarraceno, o lo que sea, con choquero. Y esa nueva generación ya está en marcha y tiene todo el derecho a sentir suya está ciudad y a querer construir una identidad colectiva que la incluya.
*
Si apuramos el término, el mestizaje forma parte de nuestra identidad. La Huelva mítica de los 50, la del nacionalismo choquero, la de antes del Polo, con la llegada de la inmigración provincial se convirtió en una ciudad de aluvión que miraba más para los pueblos de origen que para sí misma.
Fue nuestro primer encuentro con otros universos simbólicos. La primera oportunidad para aprender que nada hay de ridículo en las costumbres y creencias de los demás, en su visión y relación con este mundo. El mismo valor tienen hechos como rezar orientados hacia la Meca o concederle al santo Patrón la medalla de la ciudad (siendo la Virgen del la Cinta alcaldesa perpetua, bien lo podría haber nombrado Concejal, con lo falto que está el alcalde de uno que haga milagros).
Esa entelequia que se ha dado en denominar identidad onubense debería de ampliar sus miras e ir incorporando símbolos y celebraciones que hablen de la realidad humana que se vive en nuestra ciudad. Sin distinciones, hagamos posibles que todos nos sintamos cómodos como ciudadanos y ciudadanas de Huelva. Alguna persona habrá, con origen en otro país, merecedora de alguna medalla de nuestra ciudad. No esperemos que pueda votar para dársela.
El onubensismo (como su nombre indica), no mira el mundo del siglo XXI. No se está trabajando en nuestra aportación local a este mundo global.
Y es curioso, porque en nuestra ciudad hablar de inmigración hace bastante tiempo que es algo más que sinónimo de pobreza y pateras. También lo es de convivencia. Y es momento de empezar a planteárnoslo seriamente. La realidad humana que se está generando en nuestros barrios, no puede obviarse, o ningunearse. Son muchas las personas de otros países de origen que están asentadas de un modo estable en nuestra ciudad. Y en nuestras vidas. En los restaurantes chinos, los mercadillos, los bazares, los colegios, los centros de salud...
Hay que empezar a pensar en ellas no como inmigrantes, como algo ajeno, sino como ciudadanas y ciudadanos de Huelva.
Estamos ante la obligación de conocer y respetar sus valores, costumbres y creencias. Dándoles la oportunidad de que tengan donde expresarse y mostrarnos quiénes son; evitando los guetos, siendo acogedores y hospitalarios.
Con su presencia, nos brindan la posibilidad de abrirnos al mundo, de superar este provincianismo recurrente y cansino. El mestizaje ya se está dando y a la vuelta de pocos años los matrimonios mixtos progresivamente van a pasar de ser un excepción a ser algo normal. Cuando era niño era imposible pensar que hubiera un niño chino o negro en mi clase. Mis hijos empiezan a convivir con ellos y a partir de ahí se hace posible que puedan formar parte de mi familia. Con lo cual mi nieto podrá ser mezcla de negro, chino, sarraceno, o lo que sea, con choquero. Y esa nueva generación ya está en marcha y tiene todo el derecho a sentir suya está ciudad y a querer construir una identidad colectiva que la incluya.
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Si apuramos el término, el mestizaje forma parte de nuestra identidad. La Huelva mítica de los 50, la del nacionalismo choquero, la de antes del Polo, con la llegada de la inmigración provincial se convirtió en una ciudad de aluvión que miraba más para los pueblos de origen que para sí misma.
Fue nuestro primer encuentro con otros universos simbólicos. La primera oportunidad para aprender que nada hay de ridículo en las costumbres y creencias de los demás, en su visión y relación con este mundo. El mismo valor tienen hechos como rezar orientados hacia la Meca o concederle al santo Patrón la medalla de la ciudad (siendo la Virgen del la Cinta alcaldesa perpetua, bien lo podría haber nombrado Concejal, con lo falto que está el alcalde de uno que haga milagros).
Esa entelequia que se ha dado en denominar identidad onubense debería de ampliar sus miras e ir incorporando símbolos y celebraciones que hablen de la realidad humana que se vive en nuestra ciudad. Sin distinciones, hagamos posibles que todos nos sintamos cómodos como ciudadanos y ciudadanas de Huelva. Alguna persona habrá, con origen en otro país, merecedora de alguna medalla de nuestra ciudad. No esperemos que pueda votar para dársela.
Bravísimo, Pedro
Muy bueno esto: "(...)El mismo valor tienen hechos como rezar orientados hacia la Meca o concederle al santo Patrón la medalla de la ciudad (siendo la Virgen del la Cinta alcaldesa perpetua, bien lo podría haber nombrado Concejal, con lo falto que está el alcalde de uno que haga milagros).(...)"