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Excesos, por Pedro Gabo

Cuando uno lee que en Almonte, en la televisión pública local, existe un programa que se llama “60 minutos con Paco” y que el citado Paco no es otro que el alcalde, es inevitable la risotada. Parece algo propio del cine español de los 70 y que el citado Paco no es otro que Martínez Soria (espero que no salga vestido de corto y con sombrero de ala ancha). Añádasele que las preguntas están previstas y que el citado programita lo repiten unas cuantas veces por semana. No estaría mal que un alcalde hiciera uso de un medio de comunicación público, sino fuera porque, seguro, que la oposición tiene vetado cualquier acceso a ella. De este uso y abuso de las televisiones locales tenemos muchos ejemplos en la provincia, sin que haya diferencias entre siglas. Tal vez Perico, que se hizo famoso por el número de veces que salía en la foto, ahora se arrepienta de no haber consolidado aquella breve aventura del Patronato Local de la Comunicación que ahora le vendría de perlas. Perdido su poder mediático, según parece no quiere que le estropeen las fotos que son de obligado cumplimiento mensual: la asistencia a los Plenos del Ayuntamiento ha quedado reducida, por decisión del gobierno municipal, a veinticinco personas. Una arbitrariedad camuflada por las recomendaciones de un supuesto informe de carga que advierte que el Salón de Plenos no resiste ser ocupado por muchas personas, aunque no sabemos si esta restricción incluye a las bodas y los saraos festivaleros. Los Plenos municipales son públicos y actuar así supone un recorte a los derechos democráticos de los ciudadanos; si no se puede en el Salón de Plenos que habiliten el Palacio de Congresos. Esta argucia está pensada para evitar que si hay follón (que eran cada vez más frecuentes) éste quede reflejado en las fotos y las imágenes del último viernes de cada mes. Un modo de manipulación que hace posible que si los temas a tratar son problemáticos, y no me interesa que venga gente a protestar, concierte una claque de veinticinco agradecidos que esté desde las ocho en el patio del Ayuntamiento, garantizando así que nadie moleste y, por añadidura, si se tercia me hacen hasta la ola.
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Esta simbiosis existente entre medios de comunicación y política tiene algo de parecido con la película “El show de Truman”, la diferencia estriba en que los protagonistas, no son ajenos a que su vida pública es un espectáculo sino que procuran que lo sea, construyendo una realidad que se retroalimenta a sí misma en relación directa con sus intereses. Para ello no importa si hay que tener un medio de comunicación hecho a tú medida, reducir a veinticinco personas la asistencia a los plenos, utilizar las instituciones con fines partidistas o no dar información a la oposición. Todo vale y todos usan las mismas estrategias, siempre vinculadas con la permanencia en el poder, ese vicio para que el que parece no haber planes de rehabilitación.
Menos mal que la sucesión de los Borbones está garantizada y todos tan contentos; mientras existan los cuentos de hadas, los cuentistas quedarán difuminados en sus excesos.