Lírica, por Pedro Gabo
Soy de la generación de los malos tiempos para la lírica, de los Golpes bajos. Y las canciones de juventud todos sabemos cómo marcan. Un amigo me reclama que deje de observar y comentar tanto la realidad política local, por resultar demasiado prosaica; que ignore la mediocridad enamorada de las ruedas de prensa. Si así lo hiciera me acabaría reclamando una escritura más comprometida, como se decía antes.
Pero, cómo sustraerse a la reyerta en el Higueral, mientras cinco furgonetas de la Policía Nacional evitan que unos trabajadores entren en la Diputación; o a las mafias que extorsionan a los inmigrantes, comerciando con la desgracia ajena; o que Endesa pueda seguir construyendo su central.
La realidad que nos ofrecen los que tienen el poder es cualquier cosa menos lírica, ni tan siquiera apasionante. No sé si la opción más sensata y vitalista es la de no querer enterarse, no ser ciudadano, esforzándote por no ver el lado amargo de la vida. Está cuajando la primavera y sobreviviremos una vez más a la ausencia de un gobierno generoso y realmente preocupado por los ciudadanos.
Hay un hombre, en la puerta de la biblioteca, que toca el acordeón, con toda su alma, es rumano, y más que quitarnos trabajo nos ofrece su arte, su sensibilidad; para algunos será un mendigo, para otros un artista. Y probablemente dependiendo del lado de la línea divisoria en la que nos situemos, estaremos dándole una opción a la lírica, pensando en las personas como seres humanos y no como mercancía legal o ilegal.
Por eso, aun a riesgo de resultar en muchas ocasiones prosaico y de que la partida de entrada se dé por perdida, hay que seguir nombrando las incongruencias de esta realidad, aunque sólo sea por el honor de la batalla. Sin amargarse la vida, sólo por hacerles la vida un poco más difícil a los que están obsesionados por llenarse los bolsillos; para los que el mayor lirismo son las anotaciones en las cuentas bancarias.
*
La soberanía popular, un anhelo romántico. Aquí se ha echado el pueblo a la calle para reclamar su derecho a vivir una Ría para todos y de qué está sirviendo. Luego se tienen que gastar fortunas para que haya más participación en las convocatorias electorales. Perico parece haber renunciado a la lírica del pasodoble. Es como si la llegada de Marín Rite (pasando del pasodoble al fandango: viendo los barcos venir), lo hubiera acongojado.
Sigo pensando que hay mantener viva la lucha por la recuperación de la Avenida Francisco Montenegro; y a veces no queda más remedio, que preservar la lírica, con actitudes más propias del mundo épico. Aunque también, ahora que por fin va a tener monumento, los versos de Juan Ramón son un arma contra quienes no les importa que la Huelva lejana y rosa esté envuelta entre humos de las fábricas.
Seguimos recibiendo golpes bajos y estos tiempos, como todos, siguen siendo malos para la lírica.
Pero, cómo sustraerse a la reyerta en el Higueral, mientras cinco furgonetas de la Policía Nacional evitan que unos trabajadores entren en la Diputación; o a las mafias que extorsionan a los inmigrantes, comerciando con la desgracia ajena; o que Endesa pueda seguir construyendo su central.
La realidad que nos ofrecen los que tienen el poder es cualquier cosa menos lírica, ni tan siquiera apasionante. No sé si la opción más sensata y vitalista es la de no querer enterarse, no ser ciudadano, esforzándote por no ver el lado amargo de la vida. Está cuajando la primavera y sobreviviremos una vez más a la ausencia de un gobierno generoso y realmente preocupado por los ciudadanos.
Hay un hombre, en la puerta de la biblioteca, que toca el acordeón, con toda su alma, es rumano, y más que quitarnos trabajo nos ofrece su arte, su sensibilidad; para algunos será un mendigo, para otros un artista. Y probablemente dependiendo del lado de la línea divisoria en la que nos situemos, estaremos dándole una opción a la lírica, pensando en las personas como seres humanos y no como mercancía legal o ilegal.
Por eso, aun a riesgo de resultar en muchas ocasiones prosaico y de que la partida de entrada se dé por perdida, hay que seguir nombrando las incongruencias de esta realidad, aunque sólo sea por el honor de la batalla. Sin amargarse la vida, sólo por hacerles la vida un poco más difícil a los que están obsesionados por llenarse los bolsillos; para los que el mayor lirismo son las anotaciones en las cuentas bancarias.
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La soberanía popular, un anhelo romántico. Aquí se ha echado el pueblo a la calle para reclamar su derecho a vivir una Ría para todos y de qué está sirviendo. Luego se tienen que gastar fortunas para que haya más participación en las convocatorias electorales. Perico parece haber renunciado a la lírica del pasodoble. Es como si la llegada de Marín Rite (pasando del pasodoble al fandango: viendo los barcos venir), lo hubiera acongojado.
Sigo pensando que hay mantener viva la lucha por la recuperación de la Avenida Francisco Montenegro; y a veces no queda más remedio, que preservar la lírica, con actitudes más propias del mundo épico. Aunque también, ahora que por fin va a tener monumento, los versos de Juan Ramón son un arma contra quienes no les importa que la Huelva lejana y rosa esté envuelta entre humos de las fábricas.
Seguimos recibiendo golpes bajos y estos tiempos, como todos, siguen siendo malos para la lírica.
Por ilusiones (..."Un amigo me reclama que deje de observar y comentar tanto la realidad política local, por resultar demasiado prosaica"...)
Por ilusiones, digo, también se vive.
Y es que tú, maidiar Gabo, tienes to el lirismo del mundo. (Por cierto, del otro mundo que hoy x hoy no es posible, pero si imaginable).
Sé que lo conseguirás: Aunar el pestoso realismo local con tu lirismo Rosal.
De la frontera.
Hablábamos de eso, ¿No?.