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Carnaval, por Pedro Gabo

Esta semana el entretenimiento mediático ha estado dividido entre la final del Carnaval y el auto del hasta ahora denominado caso de enchufismo en el PDL. Que éste se haya hecho público en estas fechas le ha dado al asunto, digamos, un sesgo especial (vaya por delante, y por si acaso, que el auto lo acato, pero lo que es compartirlo...). Me da la impresión de que en cualquier momento una chirigota, en un requiebro de humor, me va a decir, “Tonto, que era broma”.

Vayamos por partes. Se convocan dieciséis plazas y ante notario un político (pitoniso en sus ratos libres, según se deduce) da trece nombres y acierta en diez, entre casi setecientos aspirantes. Pura coincidencia y el caso hay que archivarlo. Ahora bien, un chavalito roba un coche y probablemente tiene ya la vida enredada para siempre. Si insondables son los caminos del señor, los de la justicia no digamos.
Las explicaciones que ha dado Adame bien podrían formar parte de la antología del disparate. Como si el auto no hubiera sido suficiente balón de oxígeno, encima le quiere sacar más rentabilidad política. Decir que había aspirantes destacados de su puño y letra para que se fuera especialmente escrupuloso con ellos, no fuera a ser que se pensara que los estaban enchufando, suena a chirigota. Y de las malas. A veces lo que más nos interesa es callarnos, pero parecía tener el síndrome de abstinencia de las declaraciones públicas.
No se miente si se dice que en el PDL, a día de hoy, se puede constatar que hay mucho vínculo familiar (y no supuesto, como he llegado a leer; se es o no se es familiar). En la época del denominado “Plan de choque contra el paro”, aquello parecía un bautizo, por la cantidad de familiares, directos o políticos (nunca mejor dicho) que pululaban por allí.
Pero, bueno, dejemos que el procedimiento judicial siga su cauce. Ahora mismo lo importante es saber si este organismo funciona, si sirve para dar un servicio a los ciudadanos.
Por eso, que se diga que el PDL a consecuencia de este lío está tocado suena a justificación. Fracasos como el ínclito Polígono Agroalimentario, el inacabado Centro de Iniciativas Empresariales, el nivel de desempleo de la capital contando con un Agencia de Colocación o la incompetencia de no haber conseguido un proyecto de financiación europea de envergadura, entre otros, han sido previos a todo este proceso de las famosas dieciséis contrataciones.
Porque claro, después de sacar pecho con el auto, habría que demostrar la capacidad que tiene este organismo para dinamizar el desarrollo en Huelva, sobre todo cuando se está pensando en una estrategia de promoción local que nos ponga a nivel con grandes capitales. Lo del 2010, ya saben.
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Con casos como éste en la ciudadanía queda un cierto regusto de indefensión. Y no es que estas cosas pasen sólo en el Ayuntamiento de Huelva, ni tampoco que sea una práctica en exclusiva de un partido. Lo que sucede es que éste siempre ha estado teñido de cierto descaro. Como el carnaval.
123 comente otra vez
123 comente otra vez dice:
10/02/2005 02:00

Lo del auto del PDL es una verdadera verguenza. Me produce una mezcla de asco, indignación y desprecio. Hay que ser subnormal profundo o tener algún interés inconfesable para opinar que éste no es el paradigma del enchufismo y la corrupción. Si la administración de justicia española ya tenía pésima fama, con decisiones como ésta y la del auto de ENDESA se ha ganado para muchos años la más absoluta pérdida de respeto. Señores jueces: lo suyo es de pena y verguenza.