Garbanzá, por Pedro Gabo
Qué bien, qué alegría haber estado allí. Enhorabuena para la Mesa de la Ría. Ha sido un éxito. Y todo el mundo en Huelva lo sabe. Hacía tiempo que no vivíamos en la calle un momento con tanta ilusión compartida, ese clima especial que se respiraba entre la gente. Tenemos derecho a disfrutarlo y los que no comparten esta reivindicación deben de comprenderlo, a cualquiera le pasaría lo mismo. Ha sido un reto muy fuerte y, por segunda vez, ha quedado demostrado que la Mesa de la Ría cuenta con un amplio respaldo popular en nuestra ciudad y está legitimada como interlocutor necesario en este debate que llevamos tanto tiempo esperando. Nuestra historia más reciente nos ha dicho que no se le puede dar la espalda a lo que el pueblo pide en la calle y es innegable que existe un capital ciudadano que merece una respuesta. La política ha vuelto a la calle y hay que arremangarse.
Desde la humildad con la que creo que hay que administrar el éxito, me parece oportuno en este momento no cargar las tintas contra quienes en un sentido u otro no apoyan este acto reivindicativo. Y sé que hay motivos. Pero demos tiempo para que se asuma con verdadero espíritu democrático la evidencia de lo que el doce de octubre pasó en la Punta del Sebo. Ha sido un éxito tan grande, y sorprendente, que es necesario comprender que todavía no se hayan hecho valoraciones profundas, sino comentarios al paso todo lo más. No caben posturas numantinas, ni juegos verbales para sustraerse a la evidencia de que a partir de ahora las cosas deben de empezar a tomar otro rumbo. El del diálogo y el consenso, sin duda. No se pide otra cosa y no es posible atrincherarse frente a un clamor popular que ha demostrado su pujanza.
*
Hay que esperar que haya grandeza por parte de quienes tienen responsabilidades en todos los ámbitos de decisión e influencia, pero especialmente de los políticos. Este asunto requiere posturas de calado y no más improvisaciones. El tiempo electoral todavía es largo y sería necesario que de una vez por todas alguien fuera capaz de sentar a todas las partes y retomar un diálogo sincero del que renaciera el consenso roto. Este asunto, si se actúa con responsabilidad, debe de convertirse en una prioridad en la agenda política local. Asistimos al nacimiento de un tiempo político en el que vamos a tener la oportunidad de calibrar la valentía de nuestros representantes; valentía que, hoy por hoy, pasa por asumir la necesidad de repensar posicionamientos actuales, con una actitud que demuestre la capacidad de superar el electoralismo permanente y el fomento de estrategias de confusión y confrontación. El debate abierto no puede quedar reducido, como algunos parecen pretender, a una permanente competición. Así sabemos que no se llega a ninguna parte. Pero, si en última instancia el enconamiento es tal que se ve imposible encontrar soluciones consensuadas tenemos como opción, última y honrosa, la convocatoria de un referéndum. Y no olvidemos que antes o después la recuperación de la ría pasará por las urnas y el pueblo sabe esperar. De momento, hasta la segunda garbanzá en la Punta del Sebo.
Desde la humildad con la que creo que hay que administrar el éxito, me parece oportuno en este momento no cargar las tintas contra quienes en un sentido u otro no apoyan este acto reivindicativo. Y sé que hay motivos. Pero demos tiempo para que se asuma con verdadero espíritu democrático la evidencia de lo que el doce de octubre pasó en la Punta del Sebo. Ha sido un éxito tan grande, y sorprendente, que es necesario comprender que todavía no se hayan hecho valoraciones profundas, sino comentarios al paso todo lo más. No caben posturas numantinas, ni juegos verbales para sustraerse a la evidencia de que a partir de ahora las cosas deben de empezar a tomar otro rumbo. El del diálogo y el consenso, sin duda. No se pide otra cosa y no es posible atrincherarse frente a un clamor popular que ha demostrado su pujanza.
*
Hay que esperar que haya grandeza por parte de quienes tienen responsabilidades en todos los ámbitos de decisión e influencia, pero especialmente de los políticos. Este asunto requiere posturas de calado y no más improvisaciones. El tiempo electoral todavía es largo y sería necesario que de una vez por todas alguien fuera capaz de sentar a todas las partes y retomar un diálogo sincero del que renaciera el consenso roto. Este asunto, si se actúa con responsabilidad, debe de convertirse en una prioridad en la agenda política local. Asistimos al nacimiento de un tiempo político en el que vamos a tener la oportunidad de calibrar la valentía de nuestros representantes; valentía que, hoy por hoy, pasa por asumir la necesidad de repensar posicionamientos actuales, con una actitud que demuestre la capacidad de superar el electoralismo permanente y el fomento de estrategias de confusión y confrontación. El debate abierto no puede quedar reducido, como algunos parecen pretender, a una permanente competición. Así sabemos que no se llega a ninguna parte. Pero, si en última instancia el enconamiento es tal que se ve imposible encontrar soluciones consensuadas tenemos como opción, última y honrosa, la convocatoria de un referéndum. Y no olvidemos que antes o después la recuperación de la ría pasará por las urnas y el pueblo sabe esperar. De momento, hasta la segunda garbanzá en la Punta del Sebo.