Concejales, por Pedro Gabo
Y concejalas, a los barrios. Para tener un contacto más cercano con los ciudadanos. Ha sido la frase más repetida durante estos días para presentar como nuevo lo que vienen haciendo desde que llegaron al poder municipal. Este equipo de gobierno se ha caracterizado por su presencia casi excesiva en los barrios; sólo habría que echar mano de las hemerotecas, y buscar por ejemplo el mes de mayo. Asimismo, la relación, la buena relación, con los representantes de las asociaciones vecinales ha sido otra constante que inducía a pensar que existía un conocimiento, de las necesidades y demandas de los barrios, siempre actualizado. Así que algo hay de contradictorio, o de evidente: se acabó la fiesta.
Todo esto de la cercanía es muy lógico desde la estrategia populista con la que se nos gobierna, ya que no dejar de ser un último resorte para épocas de sequía en el gasto municipal. Para mi gusto se trata de algo paternalista e impropio de sociedades maduras y espero que se responda con eficacia a las expectativas que se van a generar en la ciudadanía más necesitada; aquí no valen fuegos artificiales.
*
Pero, hasta donde uno sabe, esa labor de coordinación de la demanda ciudadana creía que la realizaba la Federación de Asociaciones de Vecinos “Tartessos” que es, además, la que se postula como la interlocutora entre la ciudadanía y las instituciones. Pero, según parece, no informa adecuadamente y han obligado a que los concejales tengan que ir una vez al mes a los barrios. Para echarle un ojito. En ese afán de dar cobertura al equipo de gobierno no están viendo el sutil modo de descrédito que está recayendo en las propias asociaciones de vecinos, además del vergonzante desprecio al servicio público que prestan los empleados municipales en los barrios.
Lo real es que en estas tres últimas legislaturas se ha avanzado poco, o nada, en el desarrollo de la participación ciudadana; se han repartido muchas subvenciones y las entidades han estado en general bastante contentas. Pero no se ha trabajado en la creación de cauces para el fomento de un modelo de participación cívica, basado en la toma de decisiones conjuntas. Es una evidencia que se ha eludido cualquier fórmula de estructuración social amplia, ya que han interesado mucho más los pequeños reinos de taifas. Por eso suena cada vez más extraño que cada propuesta del equipo de gobierno municipal sea cacareada por los máximos dirigentes del movimiento vecinal; su continua coincidencia con las propuestas del alcalde se sitúa entre lo cómico y lo indigno. Entiendo mucho mejor el interés de éste y su legitimidad para hacerlo, pero no acabo de saber qué encuentran los representantes de la ciudadanía en una propuesta que no supone ningún tipo de avance en la necesaria reivindicación de más poder ciudadano.
Nos está haciendo falta, con urgencia, la organización de un movimiento cívico, reivindicativo y con capacidad dialéctica, y no esto que tenemos, que sólo está favoreciendo el retraso de nuestra ciudad con esa demostrada voluntad de servicio que tienen con el que manda.
Todo esto de la cercanía es muy lógico desde la estrategia populista con la que se nos gobierna, ya que no dejar de ser un último resorte para épocas de sequía en el gasto municipal. Para mi gusto se trata de algo paternalista e impropio de sociedades maduras y espero que se responda con eficacia a las expectativas que se van a generar en la ciudadanía más necesitada; aquí no valen fuegos artificiales.
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Pero, hasta donde uno sabe, esa labor de coordinación de la demanda ciudadana creía que la realizaba la Federación de Asociaciones de Vecinos “Tartessos” que es, además, la que se postula como la interlocutora entre la ciudadanía y las instituciones. Pero, según parece, no informa adecuadamente y han obligado a que los concejales tengan que ir una vez al mes a los barrios. Para echarle un ojito. En ese afán de dar cobertura al equipo de gobierno no están viendo el sutil modo de descrédito que está recayendo en las propias asociaciones de vecinos, además del vergonzante desprecio al servicio público que prestan los empleados municipales en los barrios.
Lo real es que en estas tres últimas legislaturas se ha avanzado poco, o nada, en el desarrollo de la participación ciudadana; se han repartido muchas subvenciones y las entidades han estado en general bastante contentas. Pero no se ha trabajado en la creación de cauces para el fomento de un modelo de participación cívica, basado en la toma de decisiones conjuntas. Es una evidencia que se ha eludido cualquier fórmula de estructuración social amplia, ya que han interesado mucho más los pequeños reinos de taifas. Por eso suena cada vez más extraño que cada propuesta del equipo de gobierno municipal sea cacareada por los máximos dirigentes del movimiento vecinal; su continua coincidencia con las propuestas del alcalde se sitúa entre lo cómico y lo indigno. Entiendo mucho mejor el interés de éste y su legitimidad para hacerlo, pero no acabo de saber qué encuentran los representantes de la ciudadanía en una propuesta que no supone ningún tipo de avance en la necesaria reivindicación de más poder ciudadano.
Nos está haciendo falta, con urgencia, la organización de un movimiento cívico, reivindicativo y con capacidad dialéctica, y no esto que tenemos, que sólo está favoreciendo el retraso de nuestra ciudad con esa demostrada voluntad de servicio que tienen con el que manda.