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Reflexiones de un noctámbulo (2015)


Siempre anduve retirándome del "gobierno del mundo" aunque nunca lo conseguí. He de reconocer que, aunque lo intenté, para una persona de mi experiencia vital iniciar el camino de vuelta hacia "los que obedecen sin rechistar", hacia "los que ejecutan sin pensar" no siempre resulta fácil y a mí me ha sido imposible.
Años después de este pensamiento -que floreció en una etapa de hastío de mi atareada vida de ejecutivo- reconozco que fui incapaz de llevarlo a término.
Por esa razón, me inventé un personaje literario al que di cobijo dentro de mí, pero... no obstante, los resultados no fueron los que esperaba: tanto se sufre en un lugar como en otro.
La vida se mostró -en mi otro yo- como un campo de batalla en donde lo único que se juega es nuestra destrucción individual y social constante: "algo" excesivamente monocorde.
En realidad, sólo somos conducciones por donde pasa la información genética que se ha de transmitir al futuro... elementos de transporte de algo que ha de preservarse: el fuego de la vida.
Sólo eso.
En mi personaje y cuando mis obligaciones lo permitieron, viví retirado del control de las cosas, convertido en un irredento y parsimonioso sumiso; no discutía, aceptaba las propuestas dejando que otros asumieran la responsabilidad de lo que ocurriese en el devenir.
Yo no tomaba decisiones.
Me dejaba llevar por el bamboleo incesante de la destrucción que suponía mi diaria desintegración.
No me preocupaba de reconocer a la persona que me devolvía el espejo. Sabía que era yo.
Pero también sabía que el aspecto externo habría sido moldeado por multitud de factores y que ello no era importante.
Tampoco me preocupaba mi estado anímico, que siguiendo el silogismo del diserto estaría conformado por impulsos extrínsecos.
Poco o nada podía hacer por mí en esa otra vida que me inventé. Dejar que acabase mi estela hasta que no quedara huella en la memoria de nadie, era el único consuelo: la inmortalidad.
Porque la inmortalidad se alcanza con la comprensión de las cosas, no con su modificación eventual ni circunstancial.
En ella cada día me acercaba más a la noción de libertad: la ausencia absoluta de compromisos sociales o éticos. La barbarie animal se encuadraba en un estado de libertad muy superior al gobierno de los hombres -rumiaba en mis enfebrecidas tribulaciones-. Cualquier gobierno, siempre llevaba aparejado todo lo malo que los hombres y su discurrir son capaces de idear en beneficio individual o de un colectivo determinado. La naturaleza no sabe de gobiernos, sólo de adaptaciones más o menos idóneas al medio y que nacen del caos que es la vida.
Ahora, sin embargo... en la soledad de esta noche -y no me pregunten por qué- he decidido por fin enterrar a mi otro yo y reivindicar de nuevo el derecho a disentir, a tener miedo, a dudar, a ser escéptico, a llorar mi propia insignificancia, a ser una persona, un ser humano que lucha por sus convicciones.
Pero, sobre todo, a expresarme en libertad: luminoso sendero que jamás debí abandonar.
Nuestras acciones, por muy importantes que nos parezcan son similares a las que ejecutaron millones de hombres y mujeres a lo largo de la existencia del ser humano.
Seamos coherentes en estos tiempos de inestabilidad que buena falta nos hace. Aceptémonos como somos. Huyamos de todos los políticos que se creen en posesión de la verdad porque la verdad es una entelequia.
Seamos humanos: pongamos en tela de juicio a aquellos mercaderes que quieren vendernos la felicidad como un producto que sólo ellos pueden suministrar.
Apostemos más por aquellos que, aunque duden, demuestren con su trabajo diario que son capaces de integrar todas las sensibilidades, que pueden organizar la sociedad dando participación a cada ser humano y a cada colectivo.
Apostemos por el diálogo, seamos intransigentes con los impositores. Opongámonos, con el poder de las palabras, masivamente, a la tiranía del poder económico que con un alfabeto belicista intenta imponernos las directrices de los nuevos -y siempre renovados- emperadores del mundo.
Paco Huelva
Enero de 2015


archivado en: ,
Benito A. de la Morena Carretero
Benito A. de la Morena Carretero dice:
03/01/2015 22:03

Me encanta la transformación de tu personaje pues yo siempre predico lo de "la botella medio llena, antes que medio vacía", pero como nunca debemos olvidar lo de los pies en la tierra, releeré con más detenimiento tu escrito para profundizar en el mensaje que nos envías.Ya te he vuelto a leer y, espero no estar equivocado, percibo que en la esperanza y en el esfuerzo pudieran estar parte de las soluciones a los problemas pero, eso sí, sin olvidar que el pragmatismo de la vida nos obliga al rigor, la humildad, la entereza, la honradez, el esfuerzo, la solidaridad, la justicia...todo ello aderezado con cierta dosis de escepticismo, que no desconfianza plena. ¿Difícil?, sí, muy difícil, por eso debemos empezar pronto a construir un mundo mejor que el que tenemos hoy en día, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.