Referendum y elecciones
Las elecciones están al caer. En un reciente artículo decía, que, en poco tiempo, la ciudadanía andaluza tendrá que enfrentarse a un referéndum, además de posicionarse con su voto en las elecciones municipales, autonómicas, generales y europeas. Del resultado de las mismas saldrán los dirigentes que gobernarán nuestros destinos en los próximos años en los diferentes espacios que conforman el nivel competencial de cada una de ellas. Se trata, por tanto, de algo más importante de lo que parece, porque, la concepción de los partidos políticos que respaldan a los candidatos -que finalmente conformen las listas- en los comicios citados, poco o nada tienen de común en cuanto a la forma en que se han de atender las cuestiones públicas, y para ello, los mismos, habrán de elaborar programas de gobierno con que ganarse al electorado.
Un programa, como repetía incesantemente Julio Anguita, -programa-programa-, es un código deontológico y una especie de contrato que el partido que lo elabora, se compromete a llevar a cabo en políticas de género, económicas, sociales, educativas, medioambientales, laborales, etcétera.
Respecto al referéndum sobre el Estatuto de Autonomía, que será nuestra primera cita, todos los partidos del arco parlamentario andaluz, con excepción del PA, han llegado a un consenso en cuanto al contenido del texto que se nos propondrá finalmente. Pero, a pesar de este acuerdo conseguido "in extremis", estoy convencido de que la defensa del mismo, en la calle, buscando el apoyo y la complicidad de la ciudadanía, será muy diferente entre los partidos firmantes. Es decir, la estrategia que desarrollarán las distintas formaciones políticas para movilizar a los electores no será homogénea. En primer lugar, a IU no le ha gustado que el PP salga en la foto final y arremeterá contra los mismos, manifestando que..., cómo es posible que Piqué y Rajoy hayan mantenido la posición de rechazo ante el Estatut catalán y ahora, Javier Arenas, en Andalucía, le de sopas con ondas a sus propios compañeros aceptando el término "realidad nacional".
Al PP le será difícil, además, convencer a parte de su electorado de que deben votar que sí a dicho texto y por ello, realizará una campaña blanda a favor de la movilización del voto afirmativo. La incorporación del PP andaluz al consenso tiene más que ver con el resultado que este partido pueda obtener en las elecciones autonómicas -donde Javier Arenas se la juega, porque, si no aumenta su presencia actual en la cámara de representantes andaluces, deberá dejar paso a otros dirigentes por su incapacidad de superar al PSOE en unas elecciones por tres veces- que con la aceptación real, por parte del PP, del contenido del texto que se envía a examen del electorado.
Por esa razón, el esfuerzo para movilizar a los votantes recaerá especialmente en el PSOE, también en IU, pero con menos rigor y por otras causas. Y le corresponde esforzarse al PSOE porque, una baja participación del electorado -o lo que es lo mismo, una alta abstención- aunque el texto se apruebe, será aprovechada por sus adversarios políticos, y aquí estarán todos juntos contra el PSOE -que es quien gobierna-, para, de cara a las municipales y autonómicas presentar a este partido como alejado de los intereses reales de la ciudadanía.
La alquimia de la política tiene estos entresijos: los intereses ocultos de los partidos -es decir, de sus líderes- a veces se anteponen al interés general, y, claro, así nos va a veces.
Un programa, como repetía incesantemente Julio Anguita, -programa-programa-, es un código deontológico y una especie de contrato que el partido que lo elabora, se compromete a llevar a cabo en políticas de género, económicas, sociales, educativas, medioambientales, laborales, etcétera.
Respecto al referéndum sobre el Estatuto de Autonomía, que será nuestra primera cita, todos los partidos del arco parlamentario andaluz, con excepción del PA, han llegado a un consenso en cuanto al contenido del texto que se nos propondrá finalmente. Pero, a pesar de este acuerdo conseguido "in extremis", estoy convencido de que la defensa del mismo, en la calle, buscando el apoyo y la complicidad de la ciudadanía, será muy diferente entre los partidos firmantes. Es decir, la estrategia que desarrollarán las distintas formaciones políticas para movilizar a los electores no será homogénea. En primer lugar, a IU no le ha gustado que el PP salga en la foto final y arremeterá contra los mismos, manifestando que..., cómo es posible que Piqué y Rajoy hayan mantenido la posición de rechazo ante el Estatut catalán y ahora, Javier Arenas, en Andalucía, le de sopas con ondas a sus propios compañeros aceptando el término "realidad nacional".
Al PP le será difícil, además, convencer a parte de su electorado de que deben votar que sí a dicho texto y por ello, realizará una campaña blanda a favor de la movilización del voto afirmativo. La incorporación del PP andaluz al consenso tiene más que ver con el resultado que este partido pueda obtener en las elecciones autonómicas -donde Javier Arenas se la juega, porque, si no aumenta su presencia actual en la cámara de representantes andaluces, deberá dejar paso a otros dirigentes por su incapacidad de superar al PSOE en unas elecciones por tres veces- que con la aceptación real, por parte del PP, del contenido del texto que se envía a examen del electorado.
Por esa razón, el esfuerzo para movilizar a los votantes recaerá especialmente en el PSOE, también en IU, pero con menos rigor y por otras causas. Y le corresponde esforzarse al PSOE porque, una baja participación del electorado -o lo que es lo mismo, una alta abstención- aunque el texto se apruebe, será aprovechada por sus adversarios políticos, y aquí estarán todos juntos contra el PSOE -que es quien gobierna-, para, de cara a las municipales y autonómicas presentar a este partido como alejado de los intereses reales de la ciudadanía.
La alquimia de la política tiene estos entresijos: los intereses ocultos de los partidos -es decir, de sus líderes- a veces se anteponen al interés general, y, claro, así nos va a veces.