Recordando a Rafael Suárez Plácido (2015)
No tengo cuerpo ni alma desde que esta mañana Vicente Medrano y después Manuel Moya me anunciaron tu deceso. Por eso subo esta reseña, porque me he sentido huérfano desde entonces, porque tengo tus libros al lado del ordenador y una tristeza infinita me invade, Rafael.
Por eso.
Escrito el 14 Agosto 2013.
La Isla de Siltolá edita `Simulacro´, un libro para soñar, para recordar que somos carne, y alma, y verso, y vida...
El imaginario de un escritor es siempre un mapa viejo lleno de interrogantes: "Todavía vivo del olor, del abrazo, /de aquellas palabras. /Me mojó la cara, pensé: es el agua. /Pero no sé, / quizás no fuera sólo el agua. /Viviré cada día ese momento. /Cada mañana /escucharé, siempre, cómo resonaron las palabras."
Hay pensadores que no editan ni lo harán en tiempo alguno (excepto que aparezca un judas tipo Max Brod, un cónyuge, o cualquier otro familiar ávido de fama o de dinero).
Pero, a veces, resulta, que en esa tipología de personas -dedicadas a la lectura, al estudio, a la observación...-, un buen día, cuando las cosas vienen dadas, alguna de ellas suelta un trallazo, deja caer un manuscrito, y, entonces, la luz renace, el lector recuerda que la literatura no es sólo aventura sino también algo esencial, y vuelve a encontrar la fe que conduce a la quimera, a la utopía como arma y al ejercicio sostenido de reinventar una y otra vez el mundo, alejándose de la artera realidad que nos presentan, para, mirándose en el espejo cóncavo de la memoria, recuperar la esencia del ser humano -casi en una soledad y silencio místicos- siempre prostituida por valores crematísticos, y comprende cómo, en el Uno puede estar el Todo y a la inversa.
Suárez Plácido se ha pasado la vida de acá para allá hablando consigo mismo y con los otros. Habrá podido dejar de hablar con algunos "otros" pero nunca consigo, no consigo... como bien saben los poetas y los locos: "Ya no es posible /mirar el mar salvaje /con inocencia."
De esa íntima conversación llevada en soledad o en compañía, nacen sus dos libros: "El descubrimiento del Bósforo" (Diputación de Huelva, 2008) y "Simulacro" (La Isla de Siltolá, 2013), aparecido en julio pasado.
Suárez Plácido es un escritor tardío, sí, pero capaz de aprehender un instante y elevarlo a la sublimación de poema, no a un verso, no, que sería mucho, sino al infinito espacial de un poema. Porque, un poema, es un marco que contiene una realidad nueva, no ya un instante de alguien o de algo, no, un mundo ignorado sólo interpretable por el lector, por cada lector, fuera de cánones, leyes, catecismos y otros corsés atosigantes: "Hasta los treinta años, ya pasados, /ni supe de la muerte, /ni supe de personas que habían muerto /y, de golpe, llegó la enfermedad /de mi padre. La vida comenzó /a ser distinta. Vivir o morir (...)"
"Simulacro" contiene 54 poemas de diversa extensión y temática en donde veredea el paso de la infancia a la madurez del autor, así como la huella dejada por los espacios y lugares en que aclimató o soñó su vida: "...Todo era tan distinto de lo que ya conocíamos /que parecíamos adolescentes reconociendo el mundo, /y yo tenía ya cuarenta años, /y tú tan sólo veinticuatro. /¿Quién era el desfasado?(...)"
"Simulacro" es un libro para soñar, para recordar que somos carne, y alma, y verso, y vida...
Paco Huelva
1 de junio de 2015
Qué gran poeta, qué gran crítico, qué gran amigo. Deja un hueco muy grande. Un abrazo, Paco.