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Pasión y muerte (2016)

Foto: periodicodelasemana.es
(Aclaración: Este artículo se insertó en prensa, en el Huelva Información, el viernes pasado; los acontecimientos de hoy en Bruselas no cambian mi parecer sobre lo que se dice en el mismo)

Cada día que transcurre en este universo acotado que es la vida de cada cual, se asienta con más fuerza en las pocas entendederas que poseo, la negra por insolidaria pregunta, de cuáles son las fuerzas que de verdad mueven los hilos del desmadejado títere que de manera genérica denominamos ser humano.
El ser pensante, es ser, sin duda; pero no todos los seres deberían ser catalogados como humanos, no. Ni mucho menos. Al menos en el concepto maniqueo de buenos y malos con el que muchas estructuras lo dibujan. Hay que ir algo más allá.
Uno podría inquirirse por ejemplo ¿el para qué sirven las normas?, o, ¿cuál es el objetivo real de las leyes?
Y si la respuesta a esta disquisición fuera, que las mismas, las hacen un grupo, una convención sin caras y sin nombres, cuyo objetivo es pastorear, controlar el rebaño de más de 7.000 millones de cabezas que pueblan esta roca cueva, esta madre tierra, esta Pachamama que dirían los andinos, ¿qué pasaría entonces?
Si así fuera, esos pocos pastores, ante la ceguera cortical de un sumiso ganado pueblo, no tendrían problema alguno para decidir cuándo, dónde y en qué momento sacrificar -vamos, matar- a los elementos díscolos que fueran menester, así cómo reducir el número en un lugar determinado, haciendo trasladar unos millones de sujetos a otro más propicio, según las necesidades que ellos, rectores de su negocio, marcarían de forma consensuada.
Claro que, esto que digo y firmo, es solo el pensamiento de un quimérico articulista, de un papafrita, que malgasta la oportunidad que le dan en este periódico, inyectando abstrusas ideas quizá por falta de capacidad para generar otras más nobles y dignas del respetable. Pero, no importa. De algo hay que morir: de muerte natural o por consumir polonio en una sopa. Continuemos por tanto.
¿Son las leyes en definitiva un instrumento de buen gobierno o por contra armas de coacción, de imposición de pautas que nunca son aplicadas a un pequeño segmento de élites, precisamente, a los que hemos dicho que conforman la convención, o el lado oscuro de la realidad, siempre oculta?
En los días venideros, los países de mayoría cristiana rememoran a bombo y platillo la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Y me parece bien, nada digo al respecto. Pero quisiera que pensáramos también, en la pasión -y muerte- de los miles de inmigrantes que llaman a las puertas de Europa y nada por ellos se hace.
Mediten, y que tengan una gloriosa Semana Santa.
Paco Huelva