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Nuevos vientos (2014)


El asunto de que los poderes establecidos engañen a la ciudadanía como norma, o, en su caso, omitan parte de la verdad, con la diplomática argucia del "interés nacional" u otras denominaciones al uso, para mantenerla ajena al conocimiento de cuestiones vitales para la sociedad, y del por qué se hacen las cosas de una forma y no de otra, omitiendo, claro, a quién o quiénes favorecen esa toma de decisiones, viene de viejo, casi, desde que el hombre es consciente de la necesidad de luchar por la supervivencia, pero, no ya contra los elementos naturales, que se entendería, sino aprovechando los recursos, incluyendo los humanos... en beneficio de unos pocos y en detrimento de una mayoría que podríamos tildar sin ambages silenciosamente manipulada.
Pero, miren por dónde, y sin que nadie pudiera prever tales consecuencias, el desarrollo de la telemática en tan sólo unas décadas, ha aportado a la ciudadanía una serie de instrumentos -correos electrónicos generalizados, redes sociales por donde circula la información de forma libre, imágenes o películas que tomadas con un teléfono móvil dan la vuelta al mundo en segundos, llamamientos a la insubordinación, etcétera...- con los que hacer añicos las férreas estructuras de aquellos sistemas que gobiernan sin la aquiescencia del pueblo.
Desde lo ocurrido en Túnez con la denominada Revolución de los Jazmines la forma de gobernar ha cambiado para siempre. Guste mucho o poco tal aserto.
La ciudadanía nunca ha tenido más poder que en estos momentos. Ni siquiera la revolución francesa, que arrumbó viejos esquemas organizativos de raigambre medieval, tuvo un arma en la mano tan eficaz: la transmisión instantánea de mensajes, de imágenes, de consignas... capaces de movilizar en unas horas a cientos de miles o millones de personas a favor de una causa.
Esto nos lleva sin querer, a la idea del antiguo concejo abierto, al ágora helénica, en donde, como sabemos, una gran mayoría de las decisiones habrán de ser adoptadas por todos y no por unos pocos.
La democracia representativa habrá de ser repensada porque hoy existen multitud de nuevos elementos tecnológicos que hacen viable una democracia más participativa.
Y los que se aferren a viejos sistemas perderán el tren de la modernidad y, también, el poder que atesoran, para dejarlo en manos de los que se hacen empujar por los nuevos vientos.
Paco Huelva
Diciembre de 2014