Ni una ni grande ni libre (2014)
No creo que puedan existir hipócritas conscientes. No puede sostenerse un papel falso constantemente, excepto en casos muy excepcionales. Esto es lo que afirma Aldous Huxley, el afamado autor de "Un mundo feliz", en una novela de poco éxito pero que quizá sea su obra maestra y que se denomina "Contrapunto".
Contrapunto, tal como se expone en la contraportada de la edición realizada por Edhasa en 2002, es un apasionado y lúcido examen de la condición humana en el mundo contemporáneo; una exposición de ideas, emociones, deseos y esperanzas; un cuadro fiel de una sociedad que se desintegra en contradicciones irresolubles.
Pero, deseo resaltar, que en esta novela llena de musicalidad, lo que descuella por encima de todo son dos cualidades humanas: la hipocresía y la desesperanza.
Leyendo la misma no he tenido más remedio que pasar de la ficción huxleyana a la realidad del país que habitamos, España. Y me pregunto: ¿Cómo hará el hermético y pragmático Mariano Rajoy para encontrar la concordancia armoniosa de voces tan contrapuestas, como las que resuenan en nuestos oídos estos días, declamadas en la arena política? ¿Cómo? Porque, la papeleta es gorda; y seguir metiendo la cabeza en el ala del silencio, ese que tiene por norma, no sirve como respuesta a las necesidades de los moradores de los pueblos que conforman el mosaico, le guste o no a los inmovilistas, que es España.
España es un crisol de culturas, afortunadamente bien enquistadas en la solera que nos aporta cada tierra, cada región o cada pueblo; y para decir esto no es necesario ser antropólogo ni historiador.
En esa diferenciada idiosincrasia está nuestra riqueza. España no es Una ni Grande ni Libre. Dejémosno ya de nostálgicas chorradas. España es Muchas, Pequeña -en el contexto internacional- y Prisionera de las decisiones que se toman en otros foros financieros y políticos. Punto.
Es cierto que, en términos de derechos y deberes no debieran existir distinciones entre la ciudadanía de unos y otros territorios. Pero, la Constitución, esa norma legal, ese marco constituyente que nos aglutina, vela para que eso haya sido así hasta ahora. Y el hecho de que la misma impida el reconocimiento o no a una Comunidad para hacer un referendum, no es óbice para que, siguiendo escrupulosamente lo dictado en la misma, no pueda reformarse la Constitución y adecuarse a las necesidades políticas actuales, que no olvidemos, queramos o no, son diferentes, muy diferentes, a las que dieron origen al Pacto de Toledo.
Podríamos definir la existencia, y paso a la ficción y a lo metafórico, como un enorme escenario donde cada cual representa la obra de su vida. Si lo dicho fuera cierto, deberíamos preguntarnos: ¿quiénes serían los directores de tan magno espectáculo? ¿Quiénes escribirían los guiones? ¿Quiénes serían los encargados de asignar los papeles a cada cual? Porque, en cuanto al escenario y la coreografía, está claro que nos vienen impuestos por la madre Natura y por el lugar donde nacemos o nos desarrollamos, pero, ¿quiénes deciden el papel que hemos de representar en cada momento y cuándo debemos dejarlo o modificarlo? ¿Cuánto depende de nuestra capacidad, formación y esfuerzo y cuánto de los designios de la diosa Fortuna o de nuestra adscripción a un grupo de poder determinado? ¿Qué papel juega la hipocresía del poder -constituido- en ese reparto?
Porque esto que digo, si no se explica bien, y no se está haciedo señor Rajoy, puede llevarnos a la desesperanza de la que habla Huxley en Contrapunto.
Y la desesperanza lleva, entre otras cosas de las que hoy no toca hablar, a la búsqueda incasable de nuevos caminos porque no se dieron soluciones a los problemas de la ciudadanía en su momento; porque, recordemos, metimos la cabeza bajo el ala y no quisimos ver la realidad sino que la inventamos, y de esa forma erramos, garrafalmente, tal como lo están haciendo tanto el gobierno catalán como el español, que usted dirige.
De esta manera es imposible, por tanto, el consenso. El entendimiento necesario.
Y de esos mimbres vienen estos cestos.
¿A cuento de qué si no, viene la impresionante riada de la reciente Diada o la aparición de Podemos en la escena política?
Pues, está claro, no hay que ser estadista para dar respuesta a esa pregunta. A la encarrilación de la desesperanza de la ciudadanía en nuevas fórmulas que permitan vivir y no fagocitar las ansias de Ser de la sociedad; que es cambiante... ¡cambiantre no lo olvidemos! Y las leyes no pueden ser extáticas ni durar eternamente. Por ello, reitero, la Constitución a la que tanto apelan los conservadores, contiene, sabiamente, los requisitos para cambiarla, como no podía ser de otra manera.
Porque la desesperanza aparece justo cuando el telón cae y nos vemos a nosotros mismos como somos y no como nos hemos representado; no como nos quieren hacer ver... no como nos cuentan los rotativos... no como dicen los políticos...
Y la no satisfacción de necesidades fundamentales como el trabajo, la vivienda, la educación, la sanidad... trae consigo, tal como el caracol lleva su casa a cuestas o la golondrina busca hacer su nido en primavera, reivindicaciones del todo necesarias que han de hacérsele al Poder legítimo. ¿A quién si no?
Y no se puede esgrimir la Constitución como norma para unas cosas y callarse cuando lo que se reivindica es un trabajo digno, una educación pública de calidad, una vivienda, una sanidad universal y otras tantas cosas. O dentro o fuera, señor Rajoy.
Ni la Constitución es intocable ni la desesperación de la ciudadanía puede acallarse ya con palabras. Se necesitan hechos; y el órdago, y bien grande, está en su tejado. No por nada, sino porque es su responsabilidad, la que le dio el pueblo español: gobernar y dar solución a los problemas de España.
Al grano, hay que ir ya al puñetero grano. No hay más tiempo.
Paco Huelva
Septiembre de 2014
Mi querido amigo, sin discrepar completamente en el fondo, si me animo a recordar que en la Estados Unidos también hay grandes diferencias entre tejanos y neoyorquinos, pero les une algo que a nosotros nos han hecho olvidar, aduciendo que eso sería de "fachas", me refiero al sentimiento de patria bajo una misma bandera.No digo que lo que hacen los yankees sea un ejemplo a seguir, pero en ciertas cosas debemos aprender. ¿Has visto a los miembros de las selecciones de futbol prestar atención a su himno?, a mi me da vergí¼enza cuando veo a algunos de los miembros de la selección española que luego se destacan en la Diada, como el señor Piqué que ahora debería tomar una seria decisión moral.Coincido pues en lo que dices respecto a las múltiples "españas" que están cargadas de riqueza cultural, étnica y lingí¼ística que no deben perderse, pero si vivimos en una anarquía individualista, difícilmente podremos legar a nuestros descendientes el mensaje de solidaridad y bienestar que les deseamos, por eso debemos empezar por limar asperezas entre nosotros mismos.Un abrazo