Metrópoli
En una tarde gris llena de ausencias, desde mi residencia de Aljaraque y sentado frente al computador -que dirían los latinoamericanos-, me elevo en un vuelo primerizo hasta los aleros del Conquero. La imagen que contemplo desde mi atalaya es la de una gran ciudad que se precipita a ambos lados de la marisma -que surca el Odiel y cuyos dos puentes amarran con un mal zurcido para que no se despegue- formando una sola gran ciudad donde se pierden las identidades de los pueblos aledaños.
Esta gran metrópoli, esta aglomeración que se me ofrece hoy como una visión en su conjunto, está llena de grandezas, de miserias, de encantos, de contrastes, de seducciones, de posiciones antagónicas y, sobre todo, de una inagotable fiebre de crecimiento y expansión.
Parece inevitable que esto sea así. No es un sueño -ni siquiera una premonición-. Una nueva raza liderada por personas con un excesivo respeto a la riqueza, con gran apego a los bienes adquiridos, con la vanidad a flor de piel y con una atávica frivolidad ante todo lo que no sea cuestiones de dinero, son las que dominan el entorno.
Lo que sería motivo de horror, de deslealtad y hasta de pudor para algunos, es motivo de negocio para muchos de estos líderes que nos gobiernan.
Esta nueva burguesía está lastrada por una creciente pérdida de estilo, de vergüenza y de lazos de unión con la colectividad debido a su perpetua apetencia de dinero. No tienen satisfacción. Nunca llenarán lo suficiente el saco. Pero no se asusten. Esto es sólo una reflexión y, por supuesto, no tiene por qué cumplirse.
Esta gran metrópoli, esta aglomeración que se me ofrece hoy como una visión en su conjunto, está llena de grandezas, de miserias, de encantos, de contrastes, de seducciones, de posiciones antagónicas y, sobre todo, de una inagotable fiebre de crecimiento y expansión.
Parece inevitable que esto sea así. No es un sueño -ni siquiera una premonición-. Una nueva raza liderada por personas con un excesivo respeto a la riqueza, con gran apego a los bienes adquiridos, con la vanidad a flor de piel y con una atávica frivolidad ante todo lo que no sea cuestiones de dinero, son las que dominan el entorno.
Lo que sería motivo de horror, de deslealtad y hasta de pudor para algunos, es motivo de negocio para muchos de estos líderes que nos gobiernan.
Esta nueva burguesía está lastrada por una creciente pérdida de estilo, de vergüenza y de lazos de unión con la colectividad debido a su perpetua apetencia de dinero. No tienen satisfacción. Nunca llenarán lo suficiente el saco. Pero no se asusten. Esto es sólo una reflexión y, por supuesto, no tiene por qué cumplirse.
Bueno Paco, me vas a permitir que yo si pida al personal que se asuste. Y después de asustarse, que se enfrenten al miedo y luchen contra tanta miseria moral revestida de oropeles. ¡Asústense, señoras y señores! cuatro desaprensivos están vendiendo nuestras playas y nuestros espacios naturales en parcelas para la "construcción" (es curioso lo moldeable que puede resultar la semática, a hacerlo todo polvo se le puede llamar sin ningún tipo de pudor construcción) de una falsa naturaleza de artificio privatizada, en forma de campos de golf y grandes mansiones y adosaditos de mierda, muuuu "ecológico todo" según dicen. Y los que no podamos, a jodernos, a mirar desde detrás de la valla, mientras el segurata no lo impida. Estan dilapidando en un ratito el patrimonio que debería ser de todos, lo que a la Naturaleza le costó siglos y milenios construir (eso sí que era construcción y no lo de ahora). Estan robando lo poco que les queda a nuestros hijos, a nuestros nietos, a nuestros biznietos (eso si el cambio climático no les evita tener que vivir en un mundo donde un árbol sólo se podrá ver en una enciclopedia antigua).
¡Asústense! y luchen. ¡Nos vemos en la próxima movida de la Plataforma para la sostenibilidad del litoral occidental de Huelva! ¡Id todos! Contra los especuladores y sus mamporreros. Y esto no es una reflexión, esto es, me temo que, si no le echamos co.... co..., ¡combate! que no me salía la palabra, será una triste realidad sin vuelta atrás.
Un abrazo Paco
Rafa
Ps. Y perdón por irrumpir tan brutalmente en tu artículo, pero es que estas cosas me tocan los co..., co..., ¡conocimientos! que tampoco me salía ahora.