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Memoria breve (2) (2016)

Foto: The Telegraph
Cuando Borges y Bioy Casares pergeñaban cuentos conjuntos con el pseudónimo de Bustos Domecq, creyeron descubrir que podían definir a los personajes según la manera de hablar de los mismos.
Cosas de escritores, de locos, de calenturientas mentes que alguna vez que otra, como atravesados por un rayo de luz que no sabemos bien de qué lugar procede, y tal que llamados por un dios desconocido que los flamencos, como ejemplo, cuando están inspirados suelen denominar duende, empuñan la pluma o aporrean las teclas del ordenador y escriben, decía, las mejores páginas de la literatura amarrados al yugo de la ficción: una cadena gozosa y dolorosa a la vez que arrastran por el mundo sin que la misma sea visible para el resto de mortales.
Acunados por la tradición oral, y luego tintados por la imprenta fueron apareciendo Edipo, Ulises, La Celestina, Don Quijote, Otelo, Macbeth, Hamlet, Cándido, Enma Bovary, Fausto, Aureliano Buendía y otro montón de prototipos conductuales en los cuales nos vemos reflejados tal que si nos mirásemos a un espejo.
Todos, sin excepción, hemos sido definidos por completo o en parte por un literato. Somos trasuntos de personajes. Clones. Lo que ocurre es que no leemos. Nada. Y así nos va, claro.
Pero no solo los personajes que interpretamos están copiados de la literatura, también algunos de los espacios o lugares en los que desarrollamos nuestras vidas han sido calcados de los que aparecen en hojas impresas.
Visité recientemente la fortaleza de Terezín (República Checa) que fue utilizada por la Gestapo a partir de 1940 como campo de internamiento para judíos. Todavía tengo encogido el ánimo. Incluso me tiemblan las entendederas cuando pienso en lo que somos capaces de hacer con nuestros semejantes cuando a los dirigentes políticos se les va la pinza y el pueblo los sigue sin rebelarse, como un engranaje mefistofélico.
Bueno..., pues cuando veo las imágenes de lo que los líderes europeos están haciendo hoy, ahora mismo, con los inmigrantes y refugiados políticos de países en guerra, se me aparece como un estigma insalvable, como un sello, la cárcel de Terezín, y me pregunto por qué narices la ciudadanía no sale a la calle en contra de esta aberración.
¿Es que nos hemos vuelto locos de golpe? ¿No nos damos cuenta que lo acontecido a estas personas mañana nos puede tocar a nosotros? ¿Que el lugar de nacimiento es sólo un suceso fortuito? ¿Que no se elige? ¡Qué breve es la memoria y qué osada la ignorancia!
@pacohuelvacala