Manuel Alonso Albarracín
Llegado el momento de que Lolo hablase no pude reprimir el gesto y pedí la palabra, impulsado por dos cuestiones. La primera, la introducción del libro, que dice: "A María, en tus besos encontré la utopía, en tus abrazos la libertad anhelada, en tus caricias el consuelo, en tus ojos un emblema, en tu sonrisa alegría, en tu pelo mi escudo, en tu mirada una patria, en tus caricias la vida.
En ti, a mi única reina, una reina que no tiene corona, una reina que no tiene reino, una reina que no tiene fronteras más que las de las palabras que acarician sus labios, esos que enamoran cuando exigen Igualdad, Felicidad, Justicia y Paz; palabras que recuerdan a la República".
Y en segundo lugar, por las hechuras de Lolo. Lolo es un joven nacido en la democracia. Con el dinamismo propio de su edad y un compromiso social impropio de la misma, transmite una aparente tranquilidad que le hace ser observador aún cuando sea el epicentro de las miradas; de orador que ha de presentar una creación propia a una sala llena de espectadores y que sin embargo, aguanta el tirón con una ancestral sabiduría y un estoicismo que sólo puede nacer de una poderosa fuerza interior.
Levanté la mano, decía, pedí la palabra y me dejé arrastrar por la inspiración que el momento, el lugar, la cercanía del escritor -sentado a mi derecha, frente a los oyentes- me produjeron. Y hablé del sufrimiento del escritor, del creador; de las infinitas horas que pasa conversando consigo mismo, del esfuerzo que nunca es recompensado, del dolor y el placer que proporciona la escritura, del desarraigo, del rasgón que supone parir un libro, de los miedos a la crítica, de la búsqueda de la palabra, de la conjugación de los verbos... hablé y hablé y al final, leí la introducción que he citado algo más arriba.
Posteriormente, Lolo hizo la presentación de su libro. Habló de la masonería en Ayamonte, de la recuperación de la memoria histórica, de los fusilados en paredones, de la lucha fraticida y encarnizada que produjo nuestra guerra civil, del golpe de estado de Franco, de los exiliados de la República y sobre todo de amor. Del amor de un profesor de escuela que es encarcelado por la maledicencia del odio que desencadena la guerra y cuyo único consuelo en el Hotel de Isla Chica, es escribir a su novia epístolas en que le cuenta su padecimiento, su esperanza de vida y sobre todo el inmenso cariño que le profesa.
El libro de Manuel Alonso Albarracín, "Epístola de la Memoria", nace de un trabajo de investigación que realizó el escritor y que se tradujo en un libro editado anteriormente llamado "Ocaso Rojo: reminiscencia del olvido". El fruto de este trabajo de indagación trajo consigo la localización de las cartas de Freniche a su novia, que suponen la esencia de este nuevo libro de Lolo.
Cuando terminó el acto, Lolo me dedicó el libro. En casa, ya, leí la dedicatoria: "A Paco Huelva, espero que te guste el libro. Tu presentación me ha emocionado".
Hoy quiero hacerle un nuevo homenaje a Lolo con esta disertación en nuestra página y, de paso, pedirle a Manolo Gualda, que incluya a Lolo entre nuestros columnistas onubenses. Su inquietud, su capacidad contrastada de trabajo y el interés que demuestra por la historia y la recuperación de la misma, nos deleitará a buen seguro a los que aquí encontramos un rincón donde dialogar entre sí y contrastar opiniones.
Es verdad.
Conozco a Lolo.
Conozco a Lolo y sé que escribe desde los ojos de quien ha estado cerca, más con el corazón que con la pluma.
Sus historias son de esas de primera persona, con el acierto del tiempo (presente) que deja por medio, pero viéndolo todo muy de cerca, con sentimiento.
Espero que su reina sin corona le lea los labios y lo transcriba cuando él deje de escribir.