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Malos vientos (2014)


Un cierto retumbo, cada vez más clamoroso por la cercanía de las próximas elecciones generales, se oye, se siente... se palpa en la sociedad española, motivado por el vértigo monocromo que genera las medidas socioeconómicas que se están tomando urbi et orbi, valga la expresión, además de por la aberrante proliferación de casos de corrupción que, si más de uno tuviera algo de vergí¼enza, cogería el hatillo, si es que está en el grupo de los que nada tienen que ocultar, y se marcharía lejos, muy lejos, de tanto ladrón desalmado como tuvo por compañero.
No basta con decir: lo siento, me equivoqué, me han engañado... Pero esto qué es ¿un confesionario? ¿Pero qué se han creído estos políticos, que la ciudadanía es tonta? ¿Qué nos van a engañar una y otra, y otra vez, hasta el infinito?
No, señores, no. Esto no es una iglesia, es un juzgado. España entera es, en estos momentos, un Juzgado Popular, que hasta que llegue el otro -el de Instrucción, si encuentra lo que muchos esconden-, les va a declarar culpables.
Ya lo han hecho.
Y en las próximas elecciones generales, los partidos políticos que no hayan depurado a todos sus sinvergí¼enzas, van a ser arrastrados por las nuevas corrientes que ustedes con su mal comportamiento han generado.
No culpen a nadie. Asómense al espejo y encontrarán a los verdaderos instigadores de estos movimientos sociales, dicho sea de paso, cada vez más necesarios, si consiguen, que está por ver, regenerar la "res" pública.
Al principio, cuando surgieron esas negras historias como obsidianas de los bonos basura, no prestamos atención al asunto hasta que... el sirimiri originario se convirtió en un hiato acibarado que se ha llevado, como pluma de ave en vendaval, las conquistas sociales al brumoso infierno de Dante.
Pero si queremos justipreciar adecuadamente lo que nos está ocurriendo, esta religación de duras acciones que amenazan con llevarse lo que éramos para tapar, con alevosía, la pésima -interesada, sabemos ahora- gestión de la Banca mundial, que ha venido a cargar el pecado de la crisis a la ciudadanía, aquí no queda más remedio que levantar la voz y llamar por su nombre a las cosas.
Porque hay muchas personas que, solas o acompañadas, amparadas por estructuras, por organismos, por instituciones... y forradas con la mentira reiterada, han estado carcajeándose de la ciudadanía y además robando del erario público.
Algunos eran Honorables, o Excelentísimos, o Ilustrísimos, o Señorías... Para montar un cadalso ¡vamos!
¿Por qué de una puñetera vez no se culpa a los bancos, a los lobbies financieros y a los ladrones (he dicho ladrones: de comisiones, por ejemplo) de esta situación?
¿Por qué no se embargan las cuentas de todas las personas, instituciones y empresas que se hartaron de ganar dinero vendiendo humo, o cobrando maletines llenos de billetes de 500€ y nos han llevado a la situación que padecemos?
¿Por qué, cuando estas cosas son tan diáfanas como la luz de un amanecer sin nubes, quienes están para tomar decisiones en los organismos nacionales o internacionales, no se inmutan y dejan que la bola corra sobre la nieve arrastrando a millones de personas a la desesperación y a la apatía?
A la ciudadanía, adormilada en la docta ignorancia que resulta de las informaciones que se nos aportan a través de los medios que ellos mismos controlan, ya apenas le queda estacha ni para colgarse.
Pero, la ciudadanía, en donde reside el poder real, cuestión que estos sinvergí¼enzas han olvidado, le va a dar una "guantá" sin manos en las próximas generales a los partidos que no hayan abierto la puerta de entrada de su casa, y hayan salido por la del corral barriendo todo reflejo de inmundicia, que los va a borrar del mapa político de este país.
¿Hay que llegar a eso? ¿Es necesario? Sinceramente, me gustaría pensar que no es necesario.
No se trata de romper con el pasado. El pasado es imprescindible para conformar el devenir. Se trata de castigar a los que lo hicieron mal, a los que robaron, a los que engañaron. Ni más ni menos. Sólo eso.
Que devuelvan la pasta y que den con sus huesos en la cárcel. Bastante hambre están pasando otros por sus viles acciones. Punto.
Blanca como la cal han de estar las estructuras políticas. Y les queda poco tiempo, cada vez menos para hacer la limpieza.
O eso, o cierran la casa porque no habrá ciudadanos que deseen habitar en ella, alquilarán otras.
Paco Huelva
Octubre de 2014