Los de arriba y los de abajo (2016)
Todo es posible en la ficción, pero, la obstinada y persistente realidad la supera con creces. Escribía Borges en El jardín de senderos que se bifurcan: "Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos."
Algo por el estilo me ocurre con el tiempo que transitamos. A veces no sé si el tiempo que vivimos es el mismo para todos. Es decir, el mismo segundo del mismo minuto de la misma hora del mismo día del año en que estamos. Cada vez estoy más seguro de que no, de que son tiempos disímiles según para quiénes.
El mundo se organiza en grupos, fundamentalmente en dos: los que mandan y los que obedecen; da igual el año en que vivan, el lugar, el género, la ideología, la creencia y cualquier otra consideración que a la postre para nada sirve.
Los que conforman el primer grupo son pocos, unos miles, no más, y siempre se han entendido a la perfección. Sus asuntos los arreglan con dinero, con patrimonio, que precisamente es lo que tienen y lo que les sobra a raudales porque eternamente, de una manera u otra, ellos o sus antepasados, robaron a los segundos, a los de abajo, a los otros.
El resto hasta siete millardos de seres, formamos la masa alambicada que ha de obedecer, respetar leyes, sufrir hambrunas, morir por las ideas o por las creencias, por la bandera o por la patria: por lo que sea menester que nos impongan. Son Los de abajo de Mariano Azuela, esa maravillosa novela de la que Carlos Fuentes dice en la introducción que sitúa "una realidad económica, social y política, que es el trasfondo, horizonte y tierra común de algunas conocidas novelas hispanoamericanas: Cien años de soledad, La casa verde, La muerte de Artemio Cruz, Yo el Supremo, El otoño del patriarca, El recurso del método...".
Los primeros operan en limbos jurídicos como los descubiertos por el diario alemán Sí¼ddeutsche Zeitung y el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (UCIJ). Son los que se pasan por las gónadas la igualdad, la legalidad, la fraternidad y los derechos inherentes a todo ser humano.
Los segundos estamos obligados por las leyes: hay que colaborar con la sociedad y pagar impuestos y pueden ser expulsados de su país por cuestiones políticas o por interesadas guerras sin que nadie se haga cargo de sus tristes vidas de refugiados.
Carne de cañón, vamos. Cañón que disparan los primeros siempre que interese al Negocio: dios supremo del Universo real y ficticio.
@pacohuelvacala
Los de arriba, Paco, como expresa Higinio Polo en su artículo "Panama papers, la punta del iceberg", a lo que trincan mediante actos delictivos y criminales, añaden lo que trincan gracias a una legislación que, sin ética alguna, ya los favorece -y cuánto- frente a los de abajo."Un ejército de abogados, de expertos en tributos e impuestos, de empresas fiduciarias y bufetes mercantiles, de firmas de auditoría y consultoría, trabaja en el corazón del sistema al servicio de las grandes fortunas. La función de esos despachos es siempre la misma: lavar dinero sucio, evadir impuestos, evitar sanciones de las agencias tributarias de cada país. No es ninguna novedad, pero el conjunto de las filtraciones pone ante los ojos del mundo que, ADEMÁS de la EXPLOTACIÓN LEGAL que los grandes patrones del capitalismo imponen a la población de cada país, estos NI SIQUIERA RESPETAN LAS NORMAS LEGALES DEL PROPIO SISTEMA CAPITALISTA, generando un entramado delincuente y criminal del que los papeles de Panamá son apenas la punta del iceberg." Higinio Polo. http://rebelion.org/noticia.php?id=211400Un abrazo.