Los bienes de este mundo, de Irí¨ne Némirovsky (2014)
"Una de las virtudes de las novelas de Némirovsky es que nunca te dejan indiferente y, cuando acabas, puedes llegar a sentirte tan atormentado contigo mismo como los personajes cuyas vicisitudes has estado siguiendo, en un estado a medio camino entre el estupor, la admiración y la rabia".
(Jesús Ferrero, mayo de 2009, Archivo EL PAíS)
Lo primero que leí, hace años, de Irí¨ne Nemirovsky fue "El baile". Una "nouvelle" que en palabras del crítico Francisco Solano es "la obra más irrefutable de su excelente arte literario". Recuerdo de ella la desazón que me produjo su lectura. El dolor y las maquinaciones (que hice mías) de una niña de catorce años que ha de esconderse en la habitación de su propia casa, por una gran fiesta, con baile incluido, que dan sus recién adinerados padres, y todo, para que su madre, su "querida" y odiada madre, pueda aparentar menos edad de la que tiene; cuestión que se iría a la ruina si supieran sus galanes invitados que es madre de una hija de tal edad. Una minúscula joya literaria sobre la mezquindad del ser humano, idiocia no congénita incluida.
Después vendría la búsqueda de otras novelas de Némirovsky: "Suite francesa", "El ardor en la sangre"..., la biografía "La vida de Chéjob", y, ahora, "Los bienes de este mundo" editada por Salamandra.
Las obras de Némirovsky, que murió a los 39 años de edad en Auschwitz, por su condición de judía, supusieron un bombazo para la conciencia de muchos franceses en cuanto refleja el cinismo con que se comportaron, y el colaboracionismo, en su caso, de muchos de sus dirigentes nacionales en el llamado gobierno de Vichy.
En 1940 Francia promulgó una serie de leyes antisemitas que impidieron que los judíos pudieran trabajar, que obtuvieran la nacionalidad francesa y que, a la postre, al comienzo de la II Gran Guerra, traería el arresto de los mismos por la propia gendarmería francesa, su ingreso en campos de concentración como el de Pithiviers, y la posterior deportación a campos alemanes. Una historia esta última poco conocida y que Némirovski deshoja poco a poco como una cronista en sus obras, que, dada la censura, no vieron la luz, la mayoría de ellas, hasta después de 1947.
"Los bienes de este mundo" fue publicada de forma anónima, por entregas, en el semanario Gringoire y bajo el pseudónimo "Obra inédita de una mujer joven", dada la prohibición de trabajar, que, como se ha dicho, el gobierno de Vichy impuso a los judíos. En 1947, cinco años después de su muerte en Auschwitz, vería la luz la edición como novela completa.
En ella se narra las vicisitudes de un pequeño pueblo francés, y las de sus habitantes, a través de los acontecimientos ocurridos en tres generaciones de varias familias "importantes" enfrentadas por el dinero, la usura, los celos... y todas esas fruslerías que hacen de una sociedad provinciana un mundo único e irrepetible de consuetudinarias costumbres, aceleradas aún más, por tener que padecer en una misma vida, en una sola vida -la de cada cual- dos fatídicas y catastróficas guerras mundiales que harán temblar no sólo las estructuras materiales sino los valores: guías inmutables del comportamiento.
La caída de los valores tradicionales, muchas veces enraizados desde tiempo inmemorial; el tener que aceptar que la muerte en la guerra iguala a todos, propietarios y obreros; la llegada de nuevas ideas que rompen la paz del lugar destrozando arcaicas convenciones; el poco o nada valor de la propiedad cuando se acerca una guerra ideológica, como es el caso; la destrucción de los pilares que sostienen un mundo, que para sus habitantes es el único mundo posible porque no conocen otro; y todos aquellos argumentos que pueden observarse en guerras pasadas y presentes, hacen de la novela de Némirovsky un mural en donde reflejar la barbarie que, ahora, en este momento que escribo, se está llevando a cabo contra la población civil en diversos lugares del mundo.
Paco Huelva
Septiembre de 2014