"La isla de las retamas", de Eladio Orta
Eladio Orta es un elemento de mucho cuidado. Una persona a tener en cuenta en multitud de aspectos; no sólo en el literario, que es el que hoy nos llama. Orta y yo hemos coincidido en diferentes lugares en los últimos años y siempre me ha parecido auténtico, natural, sin postizos.
"La isla de las retamas" (Ed. Baile del Sol, 2013) es su última entrega. En su haber tiene "Los cuadernos del tío Prudencio", "Encuentro en H", "Resistencia por estética", "En tránsito", "Leche de camello", "Berenjenas pa los pavos", "+ de poemas tontos", "Sincronía del Solejero", "Antisonetos", "Vacío Tácito", "Traductor del Médium" y "Tierrafirmista", entre otras cuestiones y cosas que ahora no vienen a cuento.
En palabras del Tío Timoné "la isla (de las Retamas, aunque es posible que Timoné se refiera a todas las islas posibles) en el mapa es muy pequeña, pero cuando entras en ella las dimensiones se agrandan y los límites se vuelven invisibles".
Las cualidades de la isla son compartidas a mi parecer por las lagunas. Es decir, si una isla se asomara a un espejo, es posible que la imagen invertida que nos devuelva fuera laguna, a saber: espacio o lugar aislado, sustantivo, insólito, críptico... sólo comprendido y bien entendido por los seres -reales o imaginarios- que habitan en sus lindes, verdaderas barreras en donde se atesora un saber oculto para los foráneos, y que, sin embargo, contiene la esencia de la vida no sólo de ese lugar sino de todos los lugares.
Orta ha recreado poéticamente Isla Canela en todos sus escritos hasta convertirla en territorio mítico con funciones similares a otros espacios literarios conocidos: Yoknapatawpha, Santa María de Neiva, Macondo, Comala, Región, Tlí¶n, Uqbar u Orbis Tertius.
En "La Isla de las retamas" viven en armonía serpientes ictiosaurias, hombres lagarto pertenecientes a la familia de los chupasangre, lagartijas gigantes que comen galápagos de charca, reptiles de sangre caliente, espíritus alérgicos a las humedades, gorriones que tocan la armónica, caracoles que palillean el tambor, caballos, búhos y loros que mantienen conversaciones filosóficas, cocosabios, viejos y avezados cuentistas, ahogados que andan sobre las ciénagas en bajamar, un pueblo llamado Tenomaya (Ayamonte) que es cruzado por un gran río, el Adianagua (Guadiana), bicicletas voladoras y otros increíbles portentos dignos de estudio y sosegada reflexión.
Acaba el narrador de "La isla de las retamas", de la siguiente forma: "Nacer en la Isla es estar predestinado a la fantasía, la locura o la poesía. O como ya pronosticó el tío Timoné, a los colmillos de los cocosabios o a la resistencia pacífica de la terrible soledad de los perdedores."
Pues eso.
http://www.elperiodicodehuelva.es/index.php/component/k2/item/29912-la-isla-de-las-retamas
http://iberarte.com/index.php/artes-plasticas/literatura/7184-la-isla-de-las-retamas