La banda de los números
Cuando se corrió la voz de su existencia se convirtieron en un fenómeno mediático. Los reporteros pasaban noches enteras en las esquinas, atrincherados, con los visores de las cámaras apuntando a las farmacias que no estaban de guardia, por intentar obtener una exclusiva. "La banda de los números", como se la llamaba, sólo daba un golpe al mes y siempre robaba lo mismo: analgésicos, antihipertensivos, cardiotónicos e hipnóticos.
Después de cada asalto dejaban un papel con cuatro números: 67, 83, 74 y 69. Cada número estaba escrito por una persona distinta según el calígrafo de la policía. Los cabalistas buscaron razones esotéricas y hasta masónicas para descifrar tal código. Algunos decían que como la suma de todos ellos por separado daba 50, algo tendría que significar eso. Otros que podría ser el número de un teléfono móvil al que le sustrajeron un dígito, que había que colocar tras el 67, con lo que obtendríamos 10 números de teléfono para investigar y tirar del hilo.
ítem más, algunos rijosos para disimular(se) dijeron que el hecho de que el 69 fuera la última cifra tenía claras connotaciones sexuales ciertamente reprobables.
Cuando se comprobó el pastel, la verdad se ofreció más simple. Los tan buscados elementos eran cuatro jubilados con edades de 67, 83, 74 y 69 años respectivamente, de profesiones ex policía, ex atracador de bancos, ex esteta y ex corredor de bolsa, por ese orden, que habían montado la "pandi" para robar las medicinas que les recetaba el médico y que no podían permitirse adquirir.
El día de la vista la escalera que da acceso a la Audiencia era un geriátrico al aire libre. Dada las altas temperaturas, 40º a la sombra, y la hora del juicio, las dos de la tarde, allí murieron ese día 2013 viejos.
Desde aquel trágico suceso, el gobierno decretó que estaba prohibido envejecer y por eso no se ven abuelos por lado alguno. Están escondidos en la sierras, asilvestrados, y pensando en cómo dar un golpe de Estado y mandar a tomar por culo a estos antisociales administradores.
(Aclaración dickensiana: Esto no es un Cuento.)