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Jacaranda I (2014)


JACARANDA
Cuando el negro Jacaranda llegó a Balsina todo el mundo se lo tomó a choteo. Nunca, pero nunca, desde que se tenía conciencia en el pueblo, un negro había pisado los guijarros de las calles.
Resultó ser, al parecer, que el negro era de verborrea y entendimiento rápidos y al poco había congratulado con todos, como si en el cementerio encalado, adosado a la iglesia, en donde se escriben los nombres de los muertos que habitan los nichos con una ramilla de jaguarzo empuntada, estuviera también la lista de todos sus antepasados.
Jacaranda se acomodó en una choza de las afueras, que fue llenando de pertrechos que recogía por aquí o por allá, y que otrora se utilizara para guardar las mieses comunales, y, muy tempranito, todos los días, incluso los festivos, porque por la iglesia y por los rezos nunca se interesó, principiaba a patearse el pueblo de un extremo a otro ofreciéndose para hacer lo que fuera.
De esta forma y no de otra, es como se gana la vida. Lo que le achacan ahora, y que por esa razón los hombres llevan casi dos meses en el monte, escopeta al hombro a ver si le descerrajan un tiro, o mil, como dicen algunos que le van a dar para que se entere, nada tiene que ver con maldad alguna, más bien todo lo contrario. Porque si algo tiene Jacaranda, si es que ya no lo han matado, es que es dulce y sabroso como la miel del monte.
A mí ya me queda poco para parir, pero sé que mi hijo, cuando nazca -si va todo bien- también será mulato.
Han pasado nueve meses y tres semanas desde que llegó Jacaranda al pueblo, y las mujeres, casi todas a la vez, como si una enfermedad nos hubiera cubierto, estamos trayendo al mundo hijos suyos. Y esto, nuestros hombres, a pesar de que pocas veces se preocupan por algo porque somos de actitud abierta y comprensiva, y de eso tenemos fama, dicen que no pueden entenderlo.
Por eso andan por ahí, por esos montes del diablo, buscando al negro errabundo, dicen que para caparlo, cuando, al fin y al cabo, lo que hizo fue darnos un poco de entretenimiento en esta perdida aldea, a la que ni los pájaros se acercan por mor a morir de aburrimiento.
Paco Huelva
Septiembre de 2014
archivado en:
Inmaculada Garcia Haro
Inmaculada Garcia Haro dice:
06/09/2014 09:41

Seguiremos los capítulos...!Besotes,Inma