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Homenaje a Cinta Vargas (2015)


Comienzo a escribir estas letras a vuela pluma a las 13:00 horas del día 12 de marzo del presente, o sea, hace un rato.
Quiero agradecer en primer lugar que José Martín me haya llamado para estar presente en este acto necesario de reconocimiento a la persona y al personaje de Cinta Vargas.
El Azar no me permitió conocer el padecimiento y el fallecimiento de Cinta Vargas hasta hace tres meses. No sabía que había dejado de estar entre nosotros, a nuestro redor, no me enteré. Nadie me lo dijo. Por tanto Cintas Vargas vivió en mí, con todos sus atributos, incluso los presenciales hasta hace muy poco, casi nada.
Pero desde ese momento -y ese es uno de los misterios de la existencia de los seres humanos que transitan por el secarral hostil que es la vida-, Cinta comenzó a rellenar el espacio que ocupaba en mis recuerdos con las propiedades de la ausencia carnal pero con las virtudes que emanan del recuerdo y sobre todo, no lo olvidemos nunca, por el listado de acciones llevadas a cabo por y para los demás que Cinta Vargas asumió como propios en su transitar por la vereda que le fue dada o eligió, para mejor desarrollarse como persona singular y única, esa que sin saberlo somos todos y a veces dejamos pasar como algo fútil siendo lo más importante.
Lo que quiere decir... con todo su bagaje, con su mochila de virtudes y defectos pero, de los que debemos sacar en este caso por excelsos, la defensa de los demás, la mirada al otro como parte consustancial de lo que somos.
No es cierto que todos seamos iguales. Cada cual enfoca la vida, su vida, de acuerdo a patrones que muchas veces están recogidos en códices y legislaciones que estamos obligados a respetar, porque si no, la convivencia sería imposible. Pero, también, en algunas personas, hay un mucho de voluntad, de tesón, de coraje... que hace posible cambiar el "mundo" de las otras que les rodean en un mayor o menor círculo, influyendo con su ejemplo... irradiando una luz que se mantiene incluso más allá de la muerte física.
Hay personas sumisas y otras rebeldes.
Hay quienes se callan y quienes luchan para cambiar las cosas. Hay quienes levantan la bandera de la solidaridad por encima de cualquiera otra causa y quienes se dejan arrastrar sin hacer siquiera un aspaviento por el río incesante del lugar común.
Hay personas indisciplinadas en definitiva, y eso es bueno.
Más de lo que pensamos. Porque la disciplina llevada al extremo lleva al pensamiento único o lo que es lo mismo, a un paisaje orwelliano que nos cosifica.
Hay que ser rebeldes e indisciplinados, porque del diálogo de las partes nace el compromiso de sociedades y países más democráticos, más equitativos, más justos, más igualitarios.
Y eso lo sabía Cinta Vargas. No me pregunten por qué pero el rosario de sus acciones así lo demuestran.
Y no es cierto que las personas mueran cuando fenecen. Las personas viven mientras que estén en la memoria de las generaciones que les siguen. Mientras que queden sus hechos y sus palabras como ejemplo de una forma de estar en el mundo.
Cada persona, cada hombre y mujer, es una mirada. La suma de las distintas miradas hace la sociedad en que habitan. Y lo demás es cuento.
Pero los que mandan, en cualquier lugar y tiempo, tienden a manejar los pensamientos de la sociedad imponiendo consignas unitarias y utilizando todos los medios escritos y audiovisuales posibles para que no piensen, sólo para que ejecuten los actos que en su programa de intereses les lleven a la consecución de un solo fin: un mundo de gobernantes y de gobernados, de los que piensan y de los que ejecutan.
Y no, no. Hay que ser insumisos e indisciplinados, decía. Como lo fue Cinta Vargas. Que buriló sus acciones en defensa de los derechos de la mujer, de los más necesitados, de los sin nombre, de los sin nada.
Hay que buscar resquicios adecuados para que aquellas personas que no tienen voz sean escuchadas y tenidas en cuenta utilizando todas las herramientas posibles.
Y la más importante de todas esas herramientas es la palabra: el verbo. Por eso en situaciones de crisis quienes gobiernan quieren acallarla, negarla.
Y porque la poesía es la esencia de la literatura me agrada mucho más estar aquí hoy.
No sé a quién se le ocurrió esta idea de conmemorar la memoria de Cinta Vargas con un premio de poesía, pero acertó de pleno.
Dice Manuel Gahete que "la poesía es una extraña luz que irradia desde lo oscuro para transformarse en palabra, en melodía, en misterio."
Y cuando se desentraña el misterio que todo poema contiene y se convierte en una melodía que se hace afín al oído de todas las personas, o sea, se hace palabra, ésta es capaz de transformar el mundo haciéndolo más habitable para todos.
Y esa es la esencia que nos transmitía Cinta Vargas, por eso no hay que olvidarla, porque la palabra, una vez en manos del pueblo se convierte en acción y es capaz de revolucionar el mundo en pos de los intereses de todos.
Mi recuerdo y mi reconocimiento hoy para una mujer ejemplar que luchó mientras la vida le dejó hacerlo, en beneficio de los más necesitados, de los sin voz, como antes decía.
Voy a terminar esta introducción antes de pasar a la lectura de los poemas ganadores, poniendo voz a un texto de la poeta almeriense Pilar Quirosa-Cheyrouce ("Valle de Lanz", Edit. Ánfora Nova):

"Escuchar la voz de la memoria,
y, en silencio, cerrar los ojos
y hacernos noche
dibujando un rostro.

Desde el silencio,
soñar el límite de los labios,
las letras contenidas,
el olor y la percepción del aire.

Desde el silencio,
perpetuar aquella imagen,
el último beso que preludió
para siempre la lluvia venidera.

Eternamente en la vida (Cinta),
alma viajera en el tiempo,
proyectada hacia el regreso."

Paco Huelva
12 de marzo de 2015