Hasta la muerte
Y me pregunto, si, sería dable decir, en una verborrea hamletiana, o sea, en un monólogo insistente -como el ruido eterno del mar-, si adolezco, en esta edad por la que transito, del mal que Thomas Mann calificaba como "náuseas del conocimiento": ese estado de apatía en que nos encontramos al comprender ciertas cosas y que producen un ataque de repugnancia por lo observado o percibido.
Y me respondo que sí. Decididamente, sí.
Apoyado en la veranda de mi casa, con un hirviente café en las manos, cohibido aún por el frío de la mañana, me digo reiterativo que sí, y sí...
Y me contristo, mientras pienso para mi coleto, en un secreto deleite genésico, que la vida hay que apurarla hasta las heces, hasta el último suspiro. Que no obstante, a pesar de lo dicho... es necesario perorar de continuo, indagar hasta que duela, usar la palabra como martillo, el pensamiento como dardo, la duda como principio... HASTA LA MUERTE.
las conclusiones más acertadas son, pienso, aquellas que tomamos en soledad, de madrugada, con un café en la mano. Decididamente sí, de la vida y del amor... nunca tendremos bastante