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Escasez (2016)

Foto: taringa.net
Hay un cierto temor creciente entre la ciudadanía de los países desarrollados con respecto a la profundidad de la crisis que soportamos. La crisis solo puede ser sufrida por aquellos que... o bien viven en la abundancia, o, al menos, disponían hasta ahora de los recursos mínimos para existir con cierta dignidad; porque, la crisis, no afecta a los que viven en la desventura de la subsistencia. Esos... seguirán muriendo de hambre, como hasta ahora, almacenando en la despensa de sus cuerpos enfermedades horribles y contagiosas para las que no podrán obtener fármacos, rumiando la escasez que les rodea sin atisbar peldaño alguno que los eleve a otro escenario posible, masticando el tedio en los no tan escondidos basurales del mundo, durmiendo en cloacas infectas y compartiendo con las ratas los infinitos nidales de miseria esparcidos por el planeta.
Continuarán sin más, como siempre, olvidados por la prensa y los medios audiovisuales, excepto para hacer documentales etnográficos que alegren las tardes de la ciudadanía de los países desarrollados y abandonados por todos a la negra suerte que les servirá de sudario cuando fenezcan.
El nacer aquí o allá es un premio o un castigo que no valoramos suficientemente. El azar encarga la génesis que nos encumbra a una vida de holganza o de privación. Posteriormente, el esfuerzo, la formación y la vereda de la vida en que podamos transitar pondrán el resto. Pero, la cuna, el lugar desde el que oteamos el mundo por primera vez, cincela de forma inevitable lo que seremos.
Hay quienes distinguen entre el pobre -el que tiene poco-, el indigente -el que no tiene nada- y el paupérrimo -aquellos que componen las sociedades que viven en la miseria más absoluta y sin posibilidades estructurales de salir de ella-.
Cuando, como ahora, el cinturón ha de estrecharse, parece que fuera el tiempo propicio para echar una mirada al otro, al que vive en la desgracia, al que siempre caminó entre los arrabales de la opulencia. Precisamente ahora..., ahora que acuciados por la crisis estamos menos capacitados para ayudarles. Así de negra es la vida. Así de cruda la existencia del ser humano.
Un sino azabache sobrevuela la estabilidad de la saneada economía de los países ricos y, los que hasta ahora vivíamos sin ver a los pobres, nos preguntamos, alucinados, si el espejo nos devolverá pronto una imagen que nos haga parecernos a ellos, a esos que dejamos morir de hambre en cualquier lugar del mundo.