El terror y sus formas (2014)
No sé cómo la ciudadanía perteneciente al pueblo de Israel, viva en donde viva, puede manejarse con su conciencia teniendo en cuenta las barbaridades que están realizando sus dirigentes con la ciudadanía palestina, después del terrorífico e inadmisible pasado que soportaron: el genocidio llevado a cabo contra ellos por los nazis.
No lo comprendo. La brevedad de la memoria judía me abruma.
El posicionamiento de Israel (pese a la actual suspensión de actos bélicos, en la que ha tenido mucho que ver la presión contra el Gobierno de infinidad de ciudadanos -incluso propios-, organizaciones humanitarias internacionales y países concretos; y quizá también, por una cuestión táctica, no seamos ilusos) frente a la población palestina, es un calco, decía, al que padecieron los judíos en el genocidio que su pueblo sufrió por parte de los fascismos no hace tanto tiempo.
Y eso es lo que asombra, la desmemoria selectiva. Al igual que son de selectivas las incursiones matando a personas civiles argumentando "razón de Estado" para ello.
La resolución 51/210, de 16 de enero de 1997, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, establece en el punto 1.2 lo siguiente:
"Reitera que terrorismo son los actos criminales encaminados o calculados para provocar un estado de terror en el público en general, un grupo de personas o personas particulares para propósitos políticos; es considerado un acto injustificable en cualquier circunstancia, cualesquiera que fueran las consideraciones políticas, filosóficas, raciales, étnicas o de cualquier otra naturaleza que puedan ser invocadas para justificarlos."
Así que, la razón de Estado por parte de Israel, está completamente invalidada como justificación, en este despecho de sus empecinados gobernantes y que se viene trasladando en el tiempo como bola de nieve sin llegar a subsumirse.
Pero, claro, el terrorismo de Estado es muy difícil de probar y, cuando se hace, el daño ya está realizado y sólo quedan camposantos llenos de inocentes, dramas sociales y familiares, generaciones perdidas, ilusiones rotas y todas esas cosas que sabemos.
Inestabilidad, en definitiva. ¿Y si lo que se persigue con el terrorismo es precisamente eso? ¿Y si quien lo niega de forma continua aunque lo realice, apoyado por otros países o corporaciones multinacionales o religiosas, que me da lo mismo, es eso lo que persiguen? Pues entonces, no hay duda, estamos ante el uso del terrorismo por parte de un Estado.
El político, periodista y escritor argentino Miguel Bonasso, autor de "El terrorismo de estado", exmilitante de la organización guerrillera Montoneros, dice que: "el terrorismo de Estado es una denominación que se da al modelo estatal contemporáneo que se ve obligado a trasgredir los marcos ideológicos y políticos de la represión "legal" y debe apelar a "métodos no convencionales", extensivos e intensivos, para aniquilar a la oposición política y a la protesta social, ya sea de forma armada o desarmada".
Pero, continúa Bonasso: "El terrorismo de estado está atrapado en la contradicción: debe difundir sus prácticas más crueles y aberrantes para generalizar el terror y asegurar la dominación pero debe, al mismo tiempo, negar su autoría para no trasgredir las normas jurídicas internas e internacionales que aseguran, en teoría, el respeto a los derechos humanos".
¿No les suena todo esto? ¿De verdad que no?
El estratega militar y filósofo Sun Tzu, vino a decir hace la friolera de 2500 años, en un escrito realizado en una tablilla de bambú y denominado "El arte de la guerra" el siguiente axioma: "...mata a uno y espantarás a diez mil". Pues eso.
El terrorismo es inadmisible, siempre. Pero mucho más cuando los encargados de llevarlo a efecto o forman parte de la estructura de un Estado o han sido contratados por éste para ejercer una presión ilícita contra los derechos inalienables del ser humano.
Paco Huelva
Septiembre de 2014