El gallo demente

Para el mítico Jack Kerouac la muerte de un gato era un buen presagio. A mí me está ocurriendo lo mismo con el gallo de un vecino. Siempre se ha dicho que los gallos cantan al amanecer; aserto que estoy poniendo en cuarentena para evitar la locura.
Aledaño al refugio en donde me escondo en la Sierra de Aracena para divagar sobre esto y lo otro, tengo un vecino que posee un gallo que ha roto los conocimientos preconcebidos sobre estos animales. Este gallo canta a todas horas, y, además, al reclamo, le salen todos los gallos de los alrededores del Cabezo El Cojo. Y esto, es un problema, porque, encima, como estoy rodeado de montañas, el eco me trae una infinidad de cantilenas con variadas notas acústicas como si escuchara una orquesta desafinada.
El gallo siempre fue -antes de inventos mecánicos o digitales, que siempre vienen a joderlo todo- el despertador natural de la humanidad. Una pieza imprescindible para nuestro progreso.
Los únicos reconocimientos que se le han realizado han ido a parar al Gallo de Morón, que hasta tiene estatua y todo, y al Gallo Portugués, pero a éste porque tiene la cualidad de cambiar de color y además predecir el tiempo, que no es poco para un animal no racional.
Como hace una semana en la que apenas duermo, alterado por las cornetas de estos bichos y las reverberaciones de las montañas, me ha dado por pensar cosas extrañas.
Primera: Que tengo que matar al gallo sea como sea.
Segunda: Que el Gobierno de la nación debe estar aquejado por un mal similar, pero, su gallo, a diferencia del mío, es tipo Gallo Alemán.
Este gallo teutónico tiene unas características especiales: es un dominador.
Es decir, en cuanto te descuidas, se queda con Europa. Ya lo hizo dos veces y hubo que sajarlo. Ahora, anda metido en faena de nuevo.
Yo tengo claro lo que voy a hacer con el gallo de mi vecino: le voy a cortar el cuello en cuanto ponga el punto final a este escrito.
Con el Gallo Alemán no sé cuándo narices tomarán medidas el resto de gobiernos europeos. Pero, mi consejo, es que antes de que siga cantando como lo está haciendo, o le ponen un bozal o hay que cortarle inevitablemente el resuello.