Caminando (2013)

Para los que somos daltónicos los colores nos resbalan. Al ser conscientes de nuestra "falta", que digan que esto es así o de otra forma nos la trae floja.
La vida es como se sufre o como se anda, y eso siempre será subjetivo pese a la filosofía, la religión, la política, la ciencia o cualquiera otra sistematización del conocimiento empírico o virtual. No hay que repetir aquello de que lo evidente no existe sino en uno mismo.
Las verdades absolutas, esas que valen para una colectividad dada en un tiempo y un lugar determinados, no son más que eufemismos que esconden a sátrapas que hacen negocios variopintos con su clientela.
En un mundo dominado por la mercadotecnia la razón pierde peso a favor de los intereses. De quién o de quiénes da lo mismo.
Los que ejercen el magisterio del poder incluyen en sus proclamas las respuestas a nuestras posibles preguntas: para que no pensemos, para que el razonamiento o la dialéctica no encuentre ágora alguna: no sea necesaria. Y eso es realmente grave.
Estoy hasta la coronilla de que me vendan productos manufacturados: recelo de los prospectos, de las indicaciones maniqueas, de las soflamas...
La humanidad circula en un tren desbocado y sin rienda posible donde cada cual se sienta en función del poder atesorado o de la capacidad de intimidación sobre los demás.
Soy consciente de que no puedo bajarme del vagón en que viajo hasta que me tiren por la ventana cuando fallezca. Mientras tanto, he buscado un rincón apartado en donde meditar para no volverme loco, o, en el peor de los casos, si me ven, me descerrajen un tiro sin armar mucho escándalo.