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Ana Román Peña

Después de ver el texto asociado a unas pinturas de Ana Román Peña publicadas en nuestra página ("Hoy pinté y borré", "Ayer borré y pinté") especulé que todo lo que pensamos pasa por un proceso de pintado y borrado. Es decir, cada mirada lleva implícita un pensamiento que inmediatamente olvidamos, o, si se queda grabado en nosotros -que son los menos-, con el paso de los días modificamos o adaptamos y por lo tanto, transformamos. Nosotros mismos, cada cual, somos como un alcaucil al que con el paso de los años le vamos arrancando hojas hasta quedarnos en el esqueleto con que nos entierran. Es decir, al degradarnos por el efecto natural de las cosas modificamos lo que somos para terminar conformados en otros.
También se asoció otra idea. A saber. ¿Y si los seres que componen la naturaleza fuéramos como los cuadros de Ana, es decir, una tela sobre la que se pinta se borra se pinta y se borra y se vuelve a pintar y borrar? Entonces sería aún más curioso, porque, cada ser animado o inanimado -en este caso daría lo mismo-, debería ser como un libro único con millones de páginas que no están a la vista pero que estuvieron en su momento animadas por pensamientos o conformadas por elementos que la naturaleza cambió. Tendríamos una cara que es la que se ve y que nada tiene que ver con la que se observará mañana porque algo o alguien -incluso el tiempo, esa inmaterialidad que nos consume- habrá borrado lo que éramos y pintado lo que somos en ese instante. Todo, todo lo que existe, nos podría revelar infinidad de palimpsestos en los que si escarbamos delicadamente con las técnicas adecuadas nos revelarían otras pinturas, otros seres, otras realidades de las que diariamente asociamos a lo que vemos.
Prefiero quedarme más con esta idea que con la primera. ¿Donde estará el niño, el adolescente, el joven que fui y que ahora no encuentro? Pero a su vez, también sé que en esencia todas las personas que fui están contenidas en lo que soy. Sin embargo, ¿quién será capaz de leer en el libro escondido que llevo dentro y que ha sido escrito a fuer de vivencias, esfuerzos y azares? Ni siquiera la autobiografía puede recoger una ínfima parte de lo escrito en dicho texto, no hablemos ya del papel de las biografías -ahora que Ian Gibson ha publicado, esta semana, una nueva de Antonio Machado, después del éxito obtenido con las publicaciones de las de Lorca y Dalí- que sólo pueden ser pequeñas aproximaciones al conjunto de la obra de cada cual.
Cuando Marcel Proust escribió "En busca del tiempo perdido" o Balzac "La comedia Humana", imagino que después de tantísimas páginas no pudieron quedar de otra manera que insatisfechos a pesar de la calidad y cantidad -de páginas- que escribieron. Otros en cambio han optado por lo contrario, escribir un instante, unos minutos de vida, que les ha dado para hace una obra completa, algunas de ellas memorables como puede ser, por poner sólo un ejemplo el "Ulises" de James Joyce, donde el autor hace pasear durante media hora a los hermanos Leopoldo y Molly Bloom, junto con Stephen Dedalus por los interiores y exteriores de Dublín.
Imagino al calor de la escritura precipitada, que Ana pintara durante toda su vida una sola tela, una sola obra, que contuviera bajo la última mirada cromática, bajo ella, todas las pinturas que salieran de su paleta, incluso pudieran estar también las que imaginó pintar y por las causas que fueren no llevó a cabo.
En fin, Ana, bienvenida a la página. Intentaremos desvelar, aunque por lo dicho nada sacaremos, una parte ínfima de tu universo a través de lo que nos quieras mostrar.