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Amor (2017)

Foto: revistahistorik.com
Todos, alguna vez, nos hemos visto arrastrados por el amor. Esa pasión, ese desvelo, esa idea enquistada en el cerebro, ese aire necesario para respirar, ese dulce sentimiento sin parangón que nos hace vernos navegantes de un bajel que nos conducirá de por vida a la felicidad anhelada o a un instante supremo de dicha, en el cual estamos dispuestos a darnos por entero o a realizar los esfuerzos que fueran menester: en definitiva a transmutarnos.
Cuando las circunstancias se dan entre dos seres humanos (aquí no existe género) y la necesidad, además, aporta su alícuota parte biológica vemos en una otra persona esa suma de cualidades que nos completan para ser un todo deseado y deseante de otro, sin cuyo concurso pareciera que la vida no tiene sentido, o que nos vamos a morir de mal de ausencia sin su presencia constante a nuestro redor por el resto de los días que nos queden por caminar en este pedrusco que habitamos y que nos terminará convirtiendo en parte del mismo, en arena de cementerio, en cuanto nos despistemos o nos llegue la hora.
El amor es algo esencial en la vida de cualquier persona. ¡Ay de quien no haya amado alguna vez, de quienes no hayan sentido esa desazón en la boca del estómago y ese dejarse arrastrar por los vientos de una quimera alucinante que supone estar dispuesto a entregarse!
Sobre ello han escrito eminentes plumas: Platón, Petronio, Andreas Capellanus, Ficino, Mirandolla, Dante, Petrarca, Cervantes, Shakespeare, Luis Vives... y todas y cada una de las personas que han tratado aunque sea de pasada lo que denominamos la condición humana.
Pero, ahora que comienza un nuevo año, deseo hablar -por si a alguien interesa ponerlo en práctica- de lo que en el siglo XI, en Languedoc (Francia), se dio en llamar el amor cortés. Para ejercerlo hay que cumplir cuatro preceptos fundamentales; a saber: Humildad, Cortesía, Adulterio y Religión de Amor.
Espero que nadie me acuse de querer romper matrimonios en esta época de escasez de alianzas, sólo deseo constatar un hecho histórico. El amor cortés es un amor adúltero, donde el amante sólo puede ser salvado por Cupido, el Dios Amor, que es representado físicamente por el amado o la amada. Es evidente que este tipo de amor tiene sus riesgos y si lo ha prodigado mucho o poco, lo mejor, por si acaso, es que no hable de ello. No obstante, en este año que se inicia, quien firma, les desea que amen cuanto puedan, a destajo si es necesario: la vida es un suspiro.