Acuerdos necesarios (2016)
Conocí a Eladio Salichat en el amanecer de la pubertad, en ese tiempo en que los lirios parecen lirios -aunque no lo sean- y los nardos, nardos. En aquellos albores de nuestras vidas, Eladio parecía que fuera a consagrar su vida al encauzamiento de almas distraídas, dado que su apego y fijación por los menesteres eclesiásticos era evidente; al menos, así lo llegó a confesar en repetidas ocasiones.
Es sabido que en esta vida ha de existir de todo y cada cual es libre de elegir el destino que desee, o que pueda, por ser más preciso en estos tiempos de vendavales y tropezones, de inhabilitación de principios o de ausencia de valores.
Me he topado con él, por azar, en un vagón del Metro de Madrid. No sé cómo nos hemos reconocido; quizá por el brillo pícaro y como de complicidad que han desprendido nuestras pupilas: posiblemente lo único que tenga algún parecido con lo que fuimos otrora.
Eladio me contó, en el breve trayecto que anduvimos juntos, que se alejó de aquello -así lo ha dicho-, después de haber leído a Milton, a Goethe y, sobre todo, gracias a un relato de Pessoa llamado La hora del diablo.
En dicho relato el maestro portugués sitúa en el proscenio literario a Satán y a María, una mujer cualquiera, una esposa corriente, embarazada de pocos meses, que asiste perpleja a la aparición de un heterodoxo Fausto pessoano.
En la lectura de los autores citados, dijo Eladio, encontré una razón devastadora que apagó la lumbre que empezaba a germinar en mi persona: que la existencia de Mefistófeles, Satán o como quiera llamársele al tal sujeto en cualquier religión, es un elemento imprescindible para la existencia de los dioses.
Que el Mal, como tal, en sentido estricto, es solo una panoplia ideada por los oráculos de cualquier época y lugar, con la que nos mantienen amordazados mientras vivimos.
Queda justo una semana para que los líderes políticos de este país -dioses o diablos-, convenzan al electorado de que su opción es la más adecuada para resolver los problemas de la ciudadanía. A partir de ahí, deberán guardar silencio y esperar el designio de las urnas el 26 de junio, que colocará a cada cual en un lugar determinado: en el Gobierno o en la oposición; o, lo que también es posible, en unas terceras elecciones, que ya sería la rehostia -con perdón.
Salichat no existe, es puro cuento, pero, España y los españoles sí. Y estamos hartos, oigan. ¡Pónganse de acuerdo o márchense!
17 de junio de 2016